El 28 de octubre del presente año, el Gobernador del Estado de Jalisco, Aristóteles, pasando por encima del Congreso del Estado y de la opinión pública, instruyó que se despenalice el aborto, bastando, para tener derecho a que se lo practiquen en las instituciones de salud pública del estado, quien lo pida por causa de violación, sin que medie averiguación alguna, ni para comprobarlo ni para castigar al supuesto violador.
Ante este grave atentado contra la vida humana… ¿Puede más el absolutismo del Gobernador que el pueblo de Jalisco que, muchas veces, ha refrendado su voluntad de defender la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural? ¿Quién está detrás del gobernador Aristóteles y qué beneficio esperan con semejante ordenanza?
¿Acaso, a la mujer que practica el aborto, beneficia en algo su salud y su conciencia, emocional y moralmente? ¿Interrumpir un embarazo, acaso no es derramar la sangre de un no nacido? ¿Cómo podrá convencerse, a quien busca el aborto, que matar a un no nacido, no es matar? ¿Y cómo cambiar esa cultura mexicana que mata a los demás sin ninguna causa, más que robar o extorsionar? Si la vida de un no nacido, inocente, tan indefenso, no tiene derecho a la vida, solo porque no ha nacido… ¿Cómo la tendrá un viejo cuando ya no sea productivo? Si abortar es legal (y pareciera que bueno) ¿Qué tanto faltará para que, por dinero, sea legal matar a quienes lo tengan y, además, les sobre?
Toda legislación que vaya contra todos y cada uno de los seres humanos, es mala. Toda ley que sea contraria a la básica ética sanitaria desorienta la sana conciencia que debe cuidar el estado para el bien de toda la sociedad. Y esta ordenanza claramente atenta contra la vida humana de la madre y del no nacido. Absurdamente es una ley, pero solo ventajosa para quienes la ordenan.
Nosotros tuvimos la dicha de nacer…
¿Qué será de los no nacidos?
