¡BENDITA ENTRE TODAS LAS MUJERES!

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Concluyen fiestas de la parroquia de la Inmaculada Concepción en el Pueblo de Moya, Lagos de Moreno, con agradecimiento a Dios Padre por ser bendecidos con la mujer más pura: Nuestra Madre Santísima, la Virgen María.

Durante once días, once hermandades; pólvora denotando las tradiciones y la esencia misma de la fiesta; peregrinaciones y flores de todo tipo y de distintos colores que embellecieron el altar de María Santísima bajo su advocación de la Inmaculada Concepción de Moya.

La fiesta comenzó desde el domingo 26 de noviembre con el desfile inaugural y la misa de apertura, desde entonces, día tras día, en el Pueblo de Moya se pudieron apreciar momentos que se quedarán grabados en la memoria de cada uno de los fieles: La visita al templo parroquial donde al fondo, aguarda nuestra Madre Santísima, rodeada por un millar de rosas, girasoles, alcatraces, o la flor que sea que adorne su belleza; las peregrinaciones no son menores; la quema de los espectaculares castillos y la pólvora en general son la diversión principal de la fiesta, y la Santa Misa fue el banquete para todos.

Sin embargo, más allá de todo lo visto durante el recorrido de los días tiene un antes y un después: El viernes 8 de diciembre. Durante todo el día, al fondo de la ciudad se escuchó el sonido apagado de los cohetes; cada cierto minuto, se escuchaba el estallido de la pólvora que anunciaba que había llegado el gran día esperado, el día más importante de todos, pues además de vestirla de gala, también ella engalanaría con su presencia divina.

Las bajas temperaturas impidieron este año solamente lo que Dios permitió, pero en el templo, la Celebración Eucarística de fiesta comenzó después de recibir a la peregrinación. Monseñor Adolfo Valdivia Aguirre, quien ejerció como vicario parroquial y sacerdote en la Arquidiócesis de San Antonio, Texas, celebró la Santa Misa y fue preciso en señalar la importancia de conocer a nuestra Madre Santísima y la necesidad de su presencia desde que fue traída a estas tierras: “Que no se nos olvide esta noche esa misión de hace casi cuatrocientos años, que es la misma, predicar la buena nueva de Cristo. La misión continúa, no ha terminado, y nunca va a cambiar. Pues que nuestra Madre Santísima bajo la advocación de la Inmaculada Concepción continué siendo nuestra compañera, nuestra amiga, nuestra mamá, nuestro amor, nuestro cariño, nuestra flor y nuestro encanto”.

Así mismo, precisó la necesidad de glorificar a Dios mediante nuestro agradecimiento, sobre todo por su Hijo y María Santísima, sin olvidar los momentos inexplicables de la vida o de situaciones inesperadas: “Lo que somos y lo que quisiéramos ser. Todo lo que tenemos aquí, es en agradecimiento (…) Por eso decimos: <<Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo>>, y bendecimos a Dios en las buenas y en las malas, bendecimos a Dios en la salud y en la enfermedad; también podemos bendecir al Señor, por tener a nuestra Madre Santísima bajo la advocación de la virgen de la Inmaculada Concepción”, explicó.

La bendición con el Santísimo fue un alivio para las almas presentes, y entonces el mariachi saludó a María en su día que destacaba con su vestido azul, mientras uno a uno, los fieles comenzaron a caminar debajo de su manto para suplicar algún favor; afuera la música de la Sonora Siboney ya ambientaba la noche. El castillo tardó un poco más en comenzar, mientras los ojos expectantes lo observaron consumirse poco antes de la media noche, anunciando el cierre y a la vez la nueva espera para estas fiestas.

Claudia Rojas Silva