Reflexión

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Foto: ACI

Epifanía quiere decir manifestación. En la solemnidad de hoy, la Iglesia conmemora la primera manifestación del Hijo de Dios hecho Hombre al mundo pagano, que tuvo lugar con la adoración de los Magos. La fiesta proclama el alcance universal de la misión de Cristo, que viene al mundo para cumplir las promesas hechas a Israel y llevar a cabo la salvación de todos los hombres.

La fiesta de Epifanía nació en los primeros siglos del Cristianismo

En el evangelio de hoy, se relata que llegaron estos magos a Jerusalén; tal vez pensaban que aquél era el término de su viaje,  pero allí, en la gran ciudad, no encuentran al recién nacido rey de los judíos. Quizá, -parece humanamente lo más lógico si se trata de buscar a un rey,-  fueron directamente al palacio de Herodes; pero los caminos de los hombres no son, frecuentemente, los caminos de Dios. Indagan, ponen los medios a su alcance: ¿Dónde está?, preguntan.

Y Dios, cuando de verdad  se lo quiere encontrar, sale al paso, nos señala la ruta, incluso a través de los medios que podrían parecer menos aptos.

¿Dónde está el recién nacido rey de los judíos?

Y nosotros, que como los Magos nos hemos puesto en camino muchas veces en busca del Señor, nos damos cuenta que Jesús no puede estar en la soberbia que no separa de Dios, ni en la falta de caridad que nos aísla.

Debemos encontrar las verdaderas señales que llevan hasta el Niño-Dios. En estos Magos llamados a adorar a Jesús, nos reconocemos a nosotros mismos, que nos encaminamos a Cristo a través de nuestros quehaceres familiares, sociales y de nuestro trabajo, de la fidelidad de lo pequeño de cada día.

San Buenaventura nos dice sobre este pasaje que la estrella que nos guía es triple: la Sagrada Escritura, especialmente el Evangelio,  que debemos conocer bien.

Una estrella que está siempre arriba para que la miremos y encontremos la justa dirección, que es María, nuestra Madre. Y una estrella interior, personal, que son las gracias del Espíritu Santo. Con estas ayudas encontraremos en todo momento el camino que conduce a Belén, hasta Jesús.

Pidamos a María que busquemos siempre a su Hijo, como lo hicieron los Magos vendidos de Oriente, y no reparemos en las dificultades ni en los sacrificios que debamos hacer hasta encontrarlo.

Y pidámosle también que encontremos siempre y adoremos al Niño Dios, en la humildad del Pesebre.