Sagrada Familia: Ejemplo de vida cotidiana

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Uno de los momentos más bellos del ritual del matrimonio es el instante en que ambos esposos prometen amarse y respetarse todos los días de su vida en lo próspero y en lo adverso, aceptar con amor los hijos que Dios mismo les permitirá para fortalecer el vínculo de su amor y formar la familia que la pareja espera; sin embargo, cada día es más común también escuchar que tanto el matrimonio como los hijos han perdido el rumbo de la misión de escucharse, amarse y entenderse mutuamente, es por ello que la Iglesia nos ofrece un ejemplo inigualable con el testimonio de la Sagrada Familia de Nazaret.

La fiesta de la Sagrada Familia se celebra dentro de la Octava de Navidad. Es la celebración que motiva a profundizar en el amor familiar, examinar cuidadosamente nuestra propia situación del hogar, buscar soluciones que ayuden al papá, a la mamá y a los hijos, sin excepción de edades, para ser cada vez más como la Familia de Nazaret y atender las obligaciones que juntos y por separado tienen para dar mejor testimonio del mismo amor familiar.

La Sagrada Familia de Nazaret sigue siendo un ícono para todos los católicos que buscan y se preguntan constantemente acerca del rol familiar, del papel como esposa u esposo, para saber si las modas pedagógicas son adecuadas para educar realmente en el amor a los hijos y no vendarse los ojos con falsas ideas de libertad temprana o situaciones que ponen en riesgo la unión familiar.

El Papa Francisco explicó que, “Jesús vino para hacer caer las falsas imágenes que nos hacíamos de Dios y también de nosotros mismos; para contradecir la seguridad mundana sobre la cual pretendíamos apoyarnos, para hacernos resurgir a un camino humano y cristiano auténtico, fundamentado sobre los valores del Evangelio”.

Es por ello que la vida familiar no puede reducirse a los problemas cotidianos de pareja o monopolizar el tema solamente a los adultos y descartar a los hijos de la ecuación familiar, pensando específicamente en los padres cuyos problemas cada vez más los acercan a los límites del divorcio o se olvidan de ofrecer cuidados, atención y cariño a sus hijos por ocuparse íntimamente en otras actividades.

Así mismo los hijos, específicamente en la edad joven, cuando sienten que sus padres ya no son merecedores de su atención y las distracciones del mundo los alejan constantemente de las necesidades en casa. De la misma manera que los hijos cuando pequeños necesitan el cariño de papá y de mamá, serán los padres de familia los que necesitarán el cariño y apoyo de los hijos adultos a partir de la etapa joven del hijo.

Hoy en día es necesario el acercamiento con mayor profundidad con los hijos, pensar en ellos no como frágiles burbujas de jabón que se romperán con la reprimenda de los padres; comprender que la juventud no comienza a los diez años o que el hijo ya se sabe autónomo al momento de aprender a cruzar los límites de la calle en la que viven.

“Este gesto subraya que solo Dios es el Señor de la historia individual y familiar; todo procede de Él. Toda familia está llamada a reconocer tal primado, custodiando y educando a los hijos para que se abran a Dios, que es la fuente de la vida”, explicó el Papa Francisco.

Pensar en la Sagrada Familia también será comprender el rol de cada uno ligado a las acciones, educativas, sociales y familiares, es por ello que los hijos también deben concientizarse que los padres de familia no son personas de acero o enemigos por no pensar a la “moda” o por ser “anticuados”. Los padres de familia seguirán siendo responsables de sus hijos aun cuando se vean mayores de edad e incluso no estén en el mismo territorio geográfico de los papás.

¿Qué hacer para fortalecer a nuestras familias?

La tarea no es sencilla sin embargo para Dios no hay nada imposible y más si se trata de profundizar en el amor.

La Iglesia recomienda las siguientes acciones:

1.- El diálogo familiar: Una familia que conversa constantemente estará más dispuesta a entender el rol de cada integrante, respetando la autonomía sin separase de la protección; conocerán más los padres a sus hijos, y los hijos entenderán a sus padres para que todos juntos, encuentren soluciones ante las dificultades.

2.- La retroalimentación de padres a hijos: Si bien es cierto que los padres deben permitirles a los hijos experimentar con las oportunidades que Dios va trazando en su camino a partir de cierta edad, también es necesario retroalimentar sus acciones, es decir, buscar las maneras de escuchar y ver las actividades que realizan los hijos para felicitarlos por su buen trabajo o en su defecto, reorientarlos para enderezar sus caminos y ser testimonios de una vida de frutos.

3.- La oración: “La familia que reza unida, permanece unida”. San Juan Pablo II recomendaba mucho el rezo del Santo Rosario dentro de las familias; y aunque es un método intransferible también existen otras formas, como la oración familiar de agradecimiento por los alimentos, la bendición de los padres hacía sus hijos, acudir en familia a la Santa Misa, entre otras que la misma familia puede realizar.

4.- Hacer cosas en común: Una familia que comparte momentos juntos es una familia que aprende a vivir una sana convivencia y valora los esfuerzos de cada integrante, por tal motivo, siempre será recomendable que la familia, sobre todo cuando los hijos han crecido, siga fortaleciendo sus vínculos con actividades donde participen todos y generen recuerdos positivos y gratos, es decir, desde una comida de fin de semana hasta una fiesta o viaje familiar donde todos aporten sus habilidades, dedicación, talentos

5.- Respeto: Al igual que en otras facetas de la vida, nuestra familia merece todo el respeto que podamos ofrecer, es por ello que dirigirse con amor, ofrecer nuestros oídos para escuchar, ser comprensivos y tolerantes, serán muestras de respeto profundo para cada integrante de nuestras familias.