Reflexión

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Llama la atención en el pasaje del Evangelio de la misa de hoy, la sencillez del leproso, que en forma simple le dice a Jesús, ¨si quieres puedes limpiarme¨

Y la respuesta de Jesús, también simple: ¨quiero, queda limpio¨

La lepra antiguamente era signo del pecado, por eso, cuando Jesús le dice al leproso, quiero, queda limpio, también nos lo dice a nosotros, que pecamos muchas veces contra Dios.

Cuando nosotros pedimos al Señor, con la sencillez y la fe del leproso: Señor, si quieres puedes limpiarme, Jesús nos limpia, Jesús nos perdona.

El Señor nos espera para limpiarnos cuando recurrimos a la confesión. Pero así como el leproso mostró su mancha y pidió a Jesús que lo sanara, así también debe ser nuestra actitud cuando recurrimos al sacramento de la reconciliación. Tenemos que dejar de lado la vergüenza para que así podamos iluminados por el Espíritu Santo, ver todo lo que nos aleja de Dios, y pedirle a él sinceramente y humildemente perdón.

El Señor, siempre nos va a decir, como al leproso, quiero, queda limpio. Pero nuestra actitud, debe ser como la del leproso. Debemos recurrir al Señor con arrepentimiento, con humildad.

Y también como el leproso, cuando el Señor nos cura, cuando nos perdonas, deberíamos tener la necesidad de proclamar la maravilla que el Señor obró en nosotros, deberíamos agradecer a Dios sus favores.

En este Evangelio, Jesús le pide al leproso que se presente al sacerdote. Jesús respeta la autoridad religiosa de la época y nos enseña a nosotros, la actitud que debemos tener ante nuestros sacerdotes.

En esa época, las enfermedades de la piel hacían que las personas fueran consideradas impuras, y no podían habitar en las ciudades, se las apartaba. Y la lepra era la peor de esas enfermedades. Por eso Jesús le pide que se presente ante el sacerdote, porque así se acostumbraba. El sacerdote, avalaba su curación y la persona podía volver a hacer una vida normal.

Esta actitud de Jesús de respeto hacia la autoridad del sacerdote, es un ejemplo para nosotros, que muchas veces, vemos en el sacerdote, solo las limitaciones que tiene como persona y no reconocemos en él que es el representante de Jesucristo.

Cada uno de nosotros, debe ver en los sacerdotes a los representantes de Cristo. El sacerdote actúa en nombre de Jesús y tiene en sus manos los tesoros de la gracia.

Debemos acudir a ellos en todas nuestras necesidades espirituales con fe, sin olvidar que el sacerdote es un hombre y que como tal tiene necesidad de compañía, de amistad, de comprensión.

No debemos olvidar que los sacerdotes son hombres como nosotros, pero que consagraron su vida, y sus necesidades al amor de Jesucristo.

Hoy vamos a pedirle al Señor, humildad, para recurrir con frecuencia al sacramento de la reconciliación donde Jesús en la persona del sacerdote, nos espera para ofrecernos su perdón.