Familia Seminario

El laico: testigo e instrumento vivo de Dios

By Seminario Mayor Diocesano

November 24, 2018

“Por su obediencia hasta la muerte, Cristo ha comunicado a sus discípulos el don de la libertad regia, para que vencieran en sí mismos, con la propia renuncia y una vida santa, al reino del pecado” (CEC 908).

Jesús, por la integración a la Iglesia en el bautismo, nos ha llamado a colaborar en la expansión del Reino de los Cielos, haciendo cada uno lo que nos corresponde según la gracia y carismas que Él nos concede. Para poder anunciar el mensaje, es necesario ser testigos, es decir, haber visto y oído las proezas del Señor, haber experimentado su amor y misericordia en carne propia, para que la transmisión del mismo sea genuina, sin olvidar, claro, que Él actuará donde considere necesario, y su omnisciencia y omnipotencia, llegarán en tiempo y forma a donde sea conveniente.

El ser testigos abrirá un horizonte nuevo de posibilidades a la hora de transmitir el Evangelio, se construirá sobre bases sólidas y se hará de manera creativa y propositiva, siempre dentro de lo establecido por nuestra Madre, la Iglesia. En este horizonte nuevo, la persona llega a ser verdadero instrumento vivo, lo cual significa que ayudamos y servimos sin esperar remuneración alguna, trabajando arduamente, donando nuestro tiempo y nuestras cualidades, pero siempre sabiéndonos y sintiéndonos amados, respetados en nuestra libertad propia de seres humanos, haciendo todo para gloria de Dios.

Sin duda alguna, la transmisión de nuestra fe, comunicada primeramente en nuestro núcleo familiar y luego en nuestro entorno comunitario, es siempre inspirada por el Espíritu Santo. Los apóstoles fueron transmitiendo lo necesario para llevar una vida santa en unidad con Cristo; asimismo, la Iglesia, desde entonces hasta nuestros días, sigue transmitiendo en su enseñanza lo que es y lo que cree, no por iniciativa y poderes propios, sino con su humilde disposición e invocando el auxilio del Paráclito. “Pero lo que se comunica en la Iglesia, lo que se transmite es su tradición viva, es la luz nueva que nace del encuentro con el Dios vivo, una luz que toca la persona en su centro, en el corazón, implicando su mente, su voluntad y su afectividad, abriéndola a relaciones vivas en la comunión con Dios y con los otros” (Lumen Fidei 40).

En este llamado, los laicos colaboramos con nuestros pastores en el servicio de la comunidad, ejerciendo labores de manera concreta, ya sea participando en lo sínodos diocesanos, los consejos pastorales, en el ejercicio “in solidum” de la tarea pastoral de nuestra parroquia (profética, litúrgica o social), colaborando en los consejos económicos, entre otras. Lo importante es trabajar en y con Cristo, el Cordero que ha dado su vida voluntariamente para salvarnos, devolviendo un poco de todo lo que Él nos da, siempre en completa libertad. Invoquemos al Espíritu de la Verdad, para que podamos hacer la voluntad del Padre, llamados por el Hijo, al encuentro de nuestros hermanos.