Con un triduo solemne fue despedida la imagen del Niño de Flamacordis, después de haber permanecido en Yahualica desde el pasado mes de septiembre y hasta el 12 de enero 2018. Esta imagen es venerada en nuestra parroquia y sus alrededores.
“Es obra escultórica del presbítero José María Plascencia; representa al Niño Jesús mostrando su divino corazón sobre el pecho, en medio de resplandores y el cual señala con ambas manos; es de tamaño natural, se encuentra de pie sobre unas nubes plateadas y como a la edad de 12 años, vestido de túnica y manto con la cabellera suelta, esculpida en la misma estatua y esparcida sobre sus hombros” (Historia Señor del Encino, Presbítero. Juan Francisco Navarro)
Y como ya es tradición en nuestro pueblo, es llevada la imagen en hombros, caminando hasta su templo en el rancho de Flamacordis; en este año, acompañaron varias personas a también a caballo; en un ambiente lleno de paz, en medio de música, cohetes, alabanzas y plegarias… Cientos de feligreses iban contentos junto con varios sacerdotes de nuestra comunidad; ni el frío, ni el sinuoso camino, apagaron el fervor al Sagrado Corazón de Jesús adolescente, a quien todos llamamos cariñosamente: Niño de Flamacordis.
Al llegar al rancho, se tuvo la celebración Eucarística presidida por el padre Fernando Varela, rector del santuario del Señor del Encino, en Ocotes de Moya, y quien en su reflexión externó su admiración y felicitó a todos por la fuerte piedad popular que se vive en estos lugares; a la vez, compartió que se siente ya parte de nuestro pueblo y quiere seguir acompañándolo en sus tradiciones; nos invitó a seguir confiando en el Sagrado Corazón.
Después de la Santa Misa, todos fuimos invitados a compartir los alimentos que, generosamente las personas del rancho de Acacico, (que está al otro lado del río), prepararon para todos los presentes; todos convivimos y participamos en una típica comida de rancho.
Luego se tuvo el rezo del Santo Rosario y regresamos a nuestros hogares alegres por haber participado en estos festejos.
Me despido, compartiendo un fragmento del poema que J. Cruz Yáñez, escribió al Sagrado Corazón de Flamacordis:
¿Qué quieren esos ojos?
¿por qué me miran?
y esos labios de grana
¿por qué suspiran?
¿Quién encendió ese pecho
de amor ardiente,
que arde por los hombres
eternamente?
Y siendo yo tan malo,
me llamas hijo,
y se rasan tus ojos
si en ti me fijo…
¿Por qué Jesús divino,
yo no comprendo
por qué tus dulces ojos
siempre me miran
y tus labios de grana
por mí suspiran?
Aunque yo no comprendo
por qué, así eres,
sigue siempre queriéndome
como me quieres.