Continuamos con las Catequesis sobre el Padrenuestro, del Papa Francisco

“La oración se anida donde quiera que haya un hombre, cualquier hombre que tenga hambre, que llore, que luche, que sufra y se pregunte por qué”.

El Papa Francisco continuó este miércoles 12 de diciembre, con la segunda catequesis dedicada al ‘Padrenuestro’, y abordó el tema: Una oración que pide con confianza. Tomando como texto base el Evangelio de San Lucas, 9, 11-13.

Jesús pone en los labios de sus discípulos, una oración breve, audaz, con siete peticiones, un número que en la Biblia no es causal, indica plenitud. Es también una oración audaz, porque si Cristo no lo hubiera sugerido, probablemente ninguno de nosotros, aún más, ninguno de los teólogos más famosos, se atrevería a rezar a Dios de esta manera.

La palabra ‘Padre’, expresa confianza filial

Jesús invita a sus discípulos a acercarse a Dios y a dirigirle con confianza algunas peticiones: ante todo en relación a Él y luego en relación a nosotros. En el Padrenuestro no hay preámbulos. Jesús no enseña fórmulas para congraciarse con el Señor; al contrario, nos invita a orar a Él, derribando las barreras de la dependencia y del miedo. No dice que se dirijan a Dios llamándolo ‘todopoderoso’, o ‘altísimo’, Tú que estás tan lejos de nosotros, yo soy un miserable. Sino simplemente Padre, con toda simplicidad, como los niños se dirigen al papá. Y esta palabra Padre, expresa la confidencia y la confianza filial.

El Padrenuestro nos hace pedir lo que es esencial

El Padrenuestro hunde sus raíces en la realidad concreta del hombre. Por ejemplo, nos hace pedir el pan, el pan cotidiano  pedido sencillo pero esencial, que dice que la fe no es una cuestión decorativa, separada de la vida, que interviene cuando han sido satisfechas con todas las demás necesidades. La oración comienza con la vida misma. La oración no empieza en la existencia humana después de que el estómago esté lleno: más bien, se anida donde quiera que haya un hombre, cualquier hombre que tenga hambre, que llore, que luche, que sufra y se pregunte “por qué”. Nuestra primera oración, en cierto sentido, fue el vagido que acompañó el primer aliento. En ese llanto del recién nacido, se anunciaba el destino de toda nuestra vida: nuestra hambre continua, nuestra sed constante, nuestra búsqueda de felicidad.

Jesús, en la oración, no quiere extinguir lo humano, no quiere anestesiarlo. No quiere que nos deshagamos de preguntas y demandas aprendiendo a soportar todo. En cambio, quiere que todo sufrimiento, toda inquietud, se eleve al cielo y se convierta en diálogo. La oración no solo precede a la salvación, sino de alguna manera la contiene ya, porque libera de la desesperación de quien no cree que haya una salida de tantas situaciones insoportables.

Por supuesto, los creyentes también sienten la necesidad de alabar a Dios. Los Evangelios recogen la exclamación de alegría que brota del Corazón de Jesús, lleno de asombro agradecido por el Padre (cfr. Mt 11, 25-27). Los primeros cristianos sentían incluso la necesidad de agregar al texto del Padre Nuestro una doxología: Porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos de los siglos.

La oración de petición, un acto de fe en Dios Padre

Ninguno de nosotros tiene por qué abrazar la teoría propuesta en el pasado por algunos, es decir que la oración de petición sea una forma débil de fe, mientras que la oración más auténtica sería la de alabanza pura, la que busca a Dios sin el peso de petición alguna. La oración de petición es auténtica, espontánea, es un acto de fe en Dios que es el Padre, que es bueno, que es Todopoderoso. Es un acto de fe en mí, que soy pequeño, pecador, necesitado. Y por eso la oración para pedir algo es muy noble.

Total confianza en Dios que es Padre

Dios es el Padre que tiene una compasión inmensa por nosotros y quiere que sus hijos le hablen sin miedo, llamándole directamente Padre; o en medio de las dificultades diciendo: Pero, Señor, ¿qué me has hecho? Por eso podemos contarle todo, incluso las cosas que en nuestra vida siguen estando torcidas e incomprensibles. Y nos ha prometido  que estará con nosotros para siempre, hasta el último de los día que pasaremos en esta tierra. Recemos el Padre Nuestro empezando así, simplemente: Padre o Papá. Y Él nos entiende y nos ama tanto.

Que durante esta semana cultivemos la confianza en nuestro Dios, que es Padre amoroso y tierno, y que nos escucha, cualquiera que sea nuestra necesidad y petición.