Octubre, mes de grandes lunas, la familia, el rosario y la misión. Estamos ya iniciando octubre, mes en el que nuestra Iglesia diocesana hace un énfasis especial en la reflexión y oración sobre dos grandes pilares que sostienen a la Iglesia: la familia y la misión.
La familia como fuente dadora de vida y transmisora de valores.
La misión, como deber de todo bautizado al participar de la dignidad de Cristo como profeta y cumpliendo su mandato de ir por todo el mundo y hacer discípulos a todos los pueblos.
Hoy más que nunca debemos de valor la importancia de la familia, pues es en este núcleo intimo donde se forma, se forja y se transmite no solo religión, sino que también cultura, costumbres, valores, modales y reglas que ayudan al individuo a formar una identidad con sentido.
Nuestro mundo necesita de familias llenas de Dios, que contagien la alegría de sentirse amados, que ayuden a dar testimonio de unión y que sean misioneras del Evangelio de Jesucristo.
La misión exige salir, nos dice el Papa Francisco, no solo salir de casa, de nuestra ciudad, si no que más bien salir de la comodidad de nuestra vida rutinaria a la cual se le va olvidando ponerle el sabor. La misión es donar y compartir lo que hemos recibido. Es sentirse pleno al tener la oportunidad de contagiar a un corazón del amor de Dios, de dejar un eco de evangelio, de ayuda y de esperanza.
Nuestra misión hoy es la evangelización, en pueblos que se encuentran desolados, en grupos marginados, en hogares fragmentados, en nuestra familia, en nuestra propia vida, en nuestro lugar de trabajo y a donde quiera que vayamos.
Aprovechemos la oportunidad que se nos brinda en este mes para participar activamente en la semana de la familia y en las diversas actividades misioneras que se han estado preparando en nuestra diócesis. Sobre todo, no olvidemos la petición del Papa Francisco de rezar el Santo Rosario todos los días del mes de octubre pidiendo especialmente por la Iglesia en estos tiempos difíciles para pedir que la defienda de los a taques del demonio.
