La fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuranzas y el protocolo del juicio final. Los santos vivieron el Evangelio de una manera sencilla en su vida cotidiana. ¿Serás capaz de vivir las bienaventuranzas de Jesús como tu proyecto de vida?

Continuamos con esta breve reflexión apropósito de la Exhortación Apostólica: Gaudete et exsultate (Alégrense y regocíjense) Sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, del Papa Francisco.

El ser humano tiene la tarea fundamental de crecer, madurar y dar frutos. Cada persona debe ser consciente de lo que es y de lo que está llamada a ser. ¿Cuál es nuestro mayor deseo?

Toda persona humana constantemente está en búsqueda de la felicidad, de la paz, del amor verdadero, de algo eterno.

“La persona está llamada a la plenitud, existe en ella un deseo de plenitud; por otra parte, esta plenitud solo es posible en la apertura y el encuentro con los otros”  (Xosé Manuel Domínguez Prieto).

En cada persona hay una danza de innumerables deseos. Una búsqueda de lo que somos en realidad, de nuestros deseos más profundos, de los anhelos de libertad y felicidad que palpitan constantemente en el corazón. Todos estamos llamados a ser santos.

3.- A la luz del maestro

“Jesús explicó con toda sencillez qué es ser santos, y lo hizo cuando nos dejó las bienaventuranzas (cf. Mt 5, 3-12; Lc 6, 20-23). Son como el carnet de identidad del cristiano… ¿Cómo se hace para llegar a ser un buen cristiano?, la respuesta es sencilla: es necesario hacer, cada uno a su modo, lo que dice Jesús en el sermón de las bienaventuranzas. En ellas se dibuja el rostro del Maestro, que estamos llamados a transparentar en lo cotidiano de nuestras vidas” (GE, 63).

“La palabra feliz o bienaventurado, (dichoso) pasa a ser sinónimo de santo, porque expresa que la persona que es fiel a Dios y vive su Palabra alcanza, en la entrega de sí, la verdadera dicha” (GE, 64).

Jesús nos enseña con su vida, ejemplo y palabras cómo encontrar la verdadera felicidad.

“Al ver tanta gente, Jesús subió a la montaña, se sentó, y se le acercaron sus discípulos. Entonces comenzó a enseñarles con estas palabras:

Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Felices los mansos, porque heredarán la tierra. Felices los que lloran, porque ellos serán consolados. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos quedarán saciados. Felices los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Felices los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. Felices los trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Felices los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.

Felices serán ustedes cuando los injurien y los persigan, y digan contra ustedes toda clase de calumnias por causa mía.

Alégrense y regocíjense, porque será grande su recompensa en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes” (Mt 5, 1-12).

Las enseñanzas de Jesús son un catecismo elemental de la vida cristiana para sus discípulos y apóstoles. Las bienaventuranzas son un proyecto de vida que nosotros podemos y debemos asumir. Ser feliz, ser santo es nuestra vocación.

“Aunque las palabras de Jesús puedan parecernos poéticas, sin embargo van muy a contracorriente con respecto a lo que es costumbre, a lo que se hace en la sociedad; y, si bien este mensaje de Jesús nos atrae, en realidad el mundo nos lleva hacia otro estilo de vida. Las bienaventuranzas de ninguna manera son algo liviano o superficial; al contrario, ya que solo podemos vivirlas si el Espíritu Santo nos invade con toda su potencia y nos libera de la debilidad del egoísmo, de la comodidad, del orgullo” (GE, 65).

Porque las bienaventuranzas son un regalo de Dios. Son un mapa que nos ayuda a recorrer el camino, que siguieron los santos, hasta encontrar el tesoro escondido del Reino de Dios. El Papa Francisco afirma que: ser pobre en el corazón, esto es santidad. Reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad. Saber llorar con los demás, esto es santidad. Buscar la justicia con hambre y sed, esto es santidad. Mirar y actuar con misericordia, esto es santidad. Mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor, esto es santidad. Sembrar paz a nuestro alrededor, esto es santidad.

“Cuando encuentro a una persona durmiendo a la intemperie, en una noche fría, puedo sentir que ese bulto es un imprevisto que me interrumpe, un delincuente ocioso, un estorbo en mi camino, un aguijón molesto para mi conciencia, un problema que deben resolver los políticos, y quizá hasta una basura que ensucia el espacio público. O puedo reaccionar desde la fe y la caridad, y reconocer en él a un ser humano con mi misma dignidad, a una criatura infinitamente amada por el Padre, a una imagen de Dios, a un hermano redimido por Jesucristo. ¡Eso es ser cristianos! ¿O acaso puede entenderse la santidad al margen de este reconocimiento vivo de la dignidad de todo ser humano?” (GE, 98). La próxima semana abordaremos el tema: Algunas notas de la santidad en el mundo actual•