Reflexión

0
1552

Por: Fray Javier Aguilera Fierro – www.dominicos.org

“Dios nos muestra su amor y su misericordia, Dios nos da la vida”. En esta frase podemos sintetizar las enseñanzas que nos dejan las lecturas en este cuarto domingo de Adviento.

El antiguo pueblo de Israel ve y encuentra la actuación de Dios en medio de su propia historia y de los acontecimientos del propio pueblo. Esto nos lo encontramos en la experiencia de liberación de la esclavitud de Egipto. Una experiencia fundante y que Israel recordará año tras año. También nos lo encontramos en los profetas, aquellas personas que ponen la mirada y la palabra de Dios en medio del mundo. Y hoy, en la lectura de Crónicas, y en la figura de Ciro, nos encontramos con el instrumento de Dios que va a posibilitar el regreso de los judíos a su propia tierra. Un regreso que les va a aportar seguridad y futuro.

Esta presencia de Dios en el mundo y en la historia no se queda encerrada en estos acontecimientos o en otros semejantes, sino que alcanza su plenitud en la figura de Jesucristo. Es Jesús quien, con su vida y su entrega, nos habla de Dios y de su amor hacia el ser humano y todo lo creado. No podemos olvidar que el sí definitivo de Dios a la vida en la resurrección de Cristo es el sí a todo lo que fue la vida de Jesús. Y este no hizo otra cosa que apasionarse por un “Reino” en el que todos tuviesen vida, y trabajar para que esto se hiciese realidad; no hizo otra cosa que ponerse del lado de aquellos que eran apartados o marginados por su condición de pecadores, por su condición social y luchar para que fuesen acogidos, cuidados y respetados; no hizo otra cosa que oponerse a las leyes o costumbres cuando estas oprimían a las personas. Por todo esto, lo mataron. Y por todo esto, la entrega de Jesús en la cruz y la resurrección nos hablan de salvación y de vida.

En este tiempo de cuaresma que estamos viviendo, Jesús nos sigue invitando a ser instrumentos de su amor en medio de nuestro mundo. Nos está invitando a ser instrumentos de vida para todos. Y esto porque la vida, la vida en plenitud, es no solo para un futuro junto a Dios, sino que comienza en el aquí y en el ahora. No podemos hablar del amor de Dios y de la vida en él y olvidarnos de las situaciones de muerte que hay en nuestro mundo, de las personas que sufren, de los refugiados o inmigrantes que no son acogidos, de todos los que sufren violencia, de los que pasan hambre, de la injusta distribución de la riqueza. Jesús nos llama a configurarnos con él y a vivir desde una entrega que da vida. Dios nos ha amado y estamos llamados a llevar ese amor a los hombres y mujeres de nuestro tiempo practicando las buenas obras que él mismo realizó.