REFLEXIÓN DOMINICAL

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A solo siete días de haber celebrado la Resurrección del Señor, en la fiesta que alcanza la cumbre de nuestra fe de cristianos, las tres lecturas de la misa de hoy nos presentan hechos y acontecimientos vividos por la primera comunidad de la Iglesia, inmediatamente después de la Resurrección de Jesús de entre los muertos. Y esto es así, porque la celebración pascual no se limita a las ceremonias del domingo pasado, sino que se extiende a estos 50 días del tiempo pascual, que comienzan el Domingo de Pascua, y van hasta la solemnidad de Pentecostés en que celebramos la venida del Espíritu Santo.Este es el tiempo fuerte del año litúrgico. Es un tiempo de alegría, de gozo, de regocijo y de exultación. Proclamamos que Jesús ha resucitado, que Cristo vive, y necesitamos estos 50 días para hacerloDurante todos los domingos del tiempo Pascual, las lecturas de las misas corresponden al nuevo testamento. Por un tiempo, la alegría de la Resurrección deja atrás a la Antigua Alianza, y la Iglesia nos propone concentrarnos en el misterio de un Dios que vence a la muerte y nos redime del pecado.En la primera lectura, en el Libro de los Hechos de los Apóstoles se nos muestra la forma en que vivieron los primeros cristianos, y ella debe ser una enseñanza para nosotros, cristianos de principios del siglo 21 que nos hemos olvidado la solidaridad y el amor que debe existir entre nosotros. Dice San Lucas en este pasaje, que era la forma de alabar a Dios y de tratar a sus hermanos, lo que les permitía a los primeros discípulos ganarse la simpatía de todo el pueblo.En nuestras tareas de apostolado, lo primero que cuenta siempre es nuestra oración y nuestro comportamiento, que las hace eficaces.Y en la segunda lectura, en la Carta del Apóstol San Pedro el apóstol nos dice que la alegría de la Resurrección supera las contrariedades y vence todas las pruebas, porque el Señor nos dió una vida nueva y una esperanza viva.

Y esta vida nueva y esta esperanza viva es la que tenemos que transmitir a nuestros hermanos especialmente durante este tiempo pascual.Y el Evangelio de San Juan nos presenta la Fé de Tomás que tantas enseñanzas nos deja, porque nuestra fe a veces se parece a la de Tomás.Jesús resucitado se reúne con sus apóstoles cuando estaban todavía reunidos. Pero Tomás no estaba con ellos y no creyó. Tomás pensaba que el Señor estaba muerto. Los demás le aseguraban que vive, que ellos mismo lo han visto y oído, que han estado con El. Y la actitud de los apóstoles, como testigos del Señor, es una enseñanza para nosotros. Nuestra fe en Cristo resucitado nos impulsa a pregonar nosotros también que el Señor hoy vive. Para mucha gente es como si Cristo estuviera muerto, porque apenas significa algo para ellos. Casi no cuenta en sus vidas. Y esta gente necesita recibir la buena noticia de la resurrección del Señor. Nos toca a nosotros dar el mismo testimonio que le dieron los apóstoles a Tomás.Cumpliendo con la exigencia de la fe, que es darla a conocer con el ejemplo y la palabra, estamos edificando la Iglesia, como lo hicieron aquellos cristianos a los que se refiere la primera lectura, que Alababan a Dios y se ganaban la simpatía detodo el pueblo.Las primeras dudas de Tomás desaparecen cuando el Señor lo invita a «Poner su dedo y meter su mano en el costado del Señor. La respuesta de Tomás es un acto de fe, de adoración y de entrega sin límites, cuando exclama: ¡Señor mío y Dios mío!.Estas dudas originales de Tomás sirvieron para confirmar en la fé a muchos que creyeron en el Señor. San Gregorio se pregunta si es que acaso puede considerarse una casualidad de que Tomas estuviese ausente, y que al volver oyese el relato dela aparición, y al oír … dudase, y dudando …. palpase, y palpando …. creyese.Si nuestra fe es firme, también, esta fe servirá para que la fe de muchos otros se apoyen en ella. Es preciso que nuestra fe en Jesucristo vaya creciendo día tras día.Pero, a veces, también nosotros nos encontramos faltos de fe como elapóstol Tomás. Tenemos necesidad de más confianza en el Señor ante las dificultades y ante acontecimientos que no sabemos interpretar desde el punto de vista de la fe, en momentos de oscuridad que Dios permite.La virtud de la fe es la que nos da la verdadera dimensión de los acontecimientos y la que nos permite juzgar rectamente todas las cosas.Reflexionemos sobre el evangelio de la misa de hoy. Pongamos de nuevo los ojos en Jesús que de a ratos tiene la necesidad de decirnos como a Tomás, mete aquí tu dedo y pon tu mano en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel.Y como el apóstol, saldrá de nosotros la misma oración: Señor mío y Dios mío.

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