Reflexión

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En la primera parte del Evangelio de hoy Jesús, les deja a sus apóstoles el encargo de dar testimonio de Él. Momentos antes de la Ascensión Jesús les vuelve a repetir esta misión.

Los apóstoles fueron testigos de la predicación de Jesús, de su muerte y de su resurrección. Pero es recién, con la venida del Espíritu Santo, cuando se inicia la predicación pública de los doce, y la vida de la Iglesia.

Jesús, en este pasaje vuelve a anunciar la venida del Espíritu: «Cuando venga el protector que les enviaré desde el Padre, por ser Él el Espíritu de verdad que procede del Padre, dará testimonio de mí»

Y más adelante, en el capítulo 16, del Evangelio de Juan el Señor nos previene: «Serán expulsados de las comunidades judías; más aún, se acerca el tiempo en que cualquiera que los mate pensará que está sirviendo a Dios».

En medio del odio del mundo y de las persecuciones, los discípulos sentirán la presencia viva del Espíritu, que es verdad y vida y que el mismo Jesús resucitado les enviará desde el Padre.

Jesús no va a dejar solos a los suyos, y el Señor se los dice a sus discípulos para que no se derrumben cuando empiecen las persecuciones.

Este pasaje del Evangelio, no vale solo para el pasado, sino que tiene plena vigencia para nuestra vida de hoy.

Todavía hoy, es fuerte el odio del mundo a Jesús, y hoy y siempre, seguirá el Espíritu Santo, alentando fuerte en su Iglesia y reavivando en las comunidades cristianas, el testimonio de Jesús.

Como predijo el Señor en este pasaje, la Iglesia ha sufrido repetidas veces a lo largo de la historia, el odio y la persecución fanática.

Otras veces, esa persecución no es tan abierta y evidente, pero se manifiesta en la oposición sistemática e injusta las cosas de Dios.

En estos casos, como lo dice Jesús, suele pasar que quienes persiguen a los verdaderos servidores de Dios piensan que le agradan. Esos perseguidores confunden la causa de Dios con unas concepciones deformadas de la religión.

El Señor les profetiza a sus discípulos que sufrirán persecuciones y contrariedades, para que cuando lleguen no se escandalicen ni se desalienten, sino que, por el contrario, les sirvan como ocasión para demostrar su fe.

Por eso, en este tiempo pascual, y próximos ya a la celebración de Pentecostés, vamos a pedir a la tercera persona de la Santísima Trinidad que proteja siempre a su Iglesia y fortalezca a sus fieles para defenderla de sus enemigos.