Con esta breve reflexión apropósito de la Exhortación Apostólica: Gaudete et exsultate (Alégrense y regocíjense) Sobre el llamado a la santidad en el mundo actual, del Papa Francisco, deseo promover nuestra vocación a la santidad y despertar el deseo de una vida auténtica.

Todos estamos llamados a ser santos, viviendo con amor, alegría, paz, bondad, misericordia, humildad y perdón. El Papa Francisco nos dice: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad de la puerta de al lado, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios”. (GE, 7).

Algunos de nosotros crecimos en un ambiente familiar favorable; el cual nos ayudó a forjar nuestro carácter y a cultivar virtudes tales como: la obediencia, el respeto, la responsabilidad, la puntualidad, el orden, la honradez, el sacrificio, la fe, la esperanza y la caridad. Y a valorar el trabajo, el estudio, el compartir, la convivencia familiar, la alegría, la oración, la Santa Misa, el juego, la amistad, etcétera. Aquellas frases céleres de nuestra mamá o papá: “hijo, pórtate bien”, “dime la verdad”, “el trabajo honrado hace noble al hombre”, “la casa no es restaurante ni hotel, por favor hijo, llega a tiempo a comer y a dormir”, “jamás digas mentiras ni robes nada”. Nuestros familiares y amigos, compañeros de escuela y deporte, el testimonio de catequistas, religiosas, misioneros, seminaristas y sacerdotes, nos ayudaron a caminar en el esfuerzo por una vida de cercanía a Dios y a nuestros semejantes.

“No tengas miedo de la santidad. No te quitará fuerzas, vida o alegría. Todo lo contrario, porque llegarás a ser lo que el Padre pensó cuando te creó y serás fiel a tu propio ser. Depender de Él nos libera de las esclavitudes y nos lleva a reconocer nuestra propia dignidad. Esto se refleja en santa Josefina Bakhita, quien fue secuestrada y vendida como esclava a la tierna edad de siete años, sufrió mucho en manos de amos crueles. Pero llegó a comprender la profunda verdad de que Dios, y no el hombre, es el verdadero Señor de todo ser humano, de toda vida humana. Esta experiencia se transformó en una fuente de gran sabiduría para esta hija de África”. (GE, 32).

2. LOS ENEMIGOS DE LA SANTIDAD

Pero, porqué en nuestra experiencia personal, nos resulta tan difícil vivir santamente, haciendo la voluntad de Dios: amar y servir a Dios y a nuestro prójimo. Como San Pablo afirma: no acabo de comprender mi conducta, pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco… el querer el bien está a mi alcance, pero hacerlo no. Pues no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco. (Rom 7, 15-19). ¿Por qué a veces tomamos decisiones equívocas, injustas e incorrectas?

¿Por qué las personas que dicen amarse se lastiman? ¿Por qué a veces decimos palabras que hieren o golpean a los demás o a nosotros mismos? ¿Por qué las mentiras, las injusticias, la violencia, la guerra, los desaparecidos, las víctimas de abusos?

¿Cuáles son los enemigos de la santidad? ¿Podrías enumerar algunos de los más frecuentes en tu propia vida? Así como hay herramientas, valores y caminos que nos ayudan a ser santos: alegría, amor, perdón, oración, sacramentos, bienaventuranzas, trabajo, responsabilidad, honestidad, verdad, justicia, paz, servicio, humildad, discernimiento, compartir, etcétera.

También existen varios enemigos de la santidad: el egoísmo, el narcisismo, la desobediencia y los pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Además el hedonismo, consumismo, relativismo, superficialidad, enajenación y las distintas adicciones (alcohol, droga, pornografía, etc.).

Somos pecadores necesitados de una auténtica conversión. Somos hijos de Dios, hijos de quien es luz de luz, pero dentro de nosotros descubrimos inconsistencias, miedos, oscuridad, pecado; junto con capacidades, valores, creencias, decisiones y bondad. ¿Qué alimentamos en nosotros, la luz o la oscuridad? ¿La vida o la muerte? ¿La vida espiritual o la vida mundana?

El Papa Francisco nos invita a vivir con humildad y a vencer y derrotar los enemigos de la santidad: el gnosticismo y el pelagianismo.

El gnosticismo y el pelagianismo son dos herejías que surgieron en los primeros siglos cristianos, pero que siguen teniendo actualidad. El gnosticismo supone una fe encerrada en el subjetivismo.

“Gracias a Dios, a lo largo de la historia da la Iglesia quedó muy claro que lo que mide la perfección de las personas es su grado de caridad, (su capacidad de amar, perdonar, entregarse en el servicio a los demás) no la cantidad de datos y conocimientos que acumulen”. (GE, 37).

El gnosticismo es una de las peores ideologías, una superficialidad vanidosa. “Con frecuencia se produce una peligrosa confusión: creer que porque sabemos algo o podemos explicarlo con una determinada lógica, ya somos santos, perfectos, mejores que la masa ignorante”. (GE, 45).

Con el paso del tiempo, el gnosticismo dio lugar al pelagianismo. “Porque el poder que los gnósticos atribuían a la inteligencia, algunos comenzaron a atribuírselo a la voluntad humana, al esfuerzo personal. Así surgieron los pelagianos y los semipelagianos. Ya no era la inteligencia lo que ocupaba el lugar del misterio y de la gracia, sino la voluntad. Se olvidaba que todo depende no del querer o del correr, sino de la misericordia de Dios (Rom 9,16) y que él nos amó primero (1 Jn 4, 19)”. (GE, 48).

Estimado lector, en nuestro siguiente tema veremos que la fuerza del testimonio de los santos está en vivir las bienaventuranzas y el protocolo del juicio final. Los santos vivieron el Evangelio de una manera sencilla en su vida cotidiana.

¿Serás capaz de vivir las bienaventuranzas de Jesús como tu proyecto de vida?