Durante la Audiencia General del pasado 30 de enero, el Papa Francisco se detuvo a reflexionar acerca del viaje Apostólico que hizo a Panamá; durante la audiencia, invitó a los fieles presentes a dar gracias a Dios por la gracia que en ese país se sigue experimentando después de albergar a miles de jóvenes, que como él los llama, son la primavera de nuestra Iglesia. Así mismo, el Santo Padre expresó públicamente su agradecimiento al Presidente de Panamá y al resto de autoridades, a los obispos; así como a todos los voluntarios.

El motivo de este viaje

Fue la Jornada mundial de la juventud, pero los encuentros con los jóvenes se han entrelazado con la realidad de Panamá: las autoridades, los obispos, los jóvenes presos, los consagrados y un hogar familiar, haciendo de estos actores una gran ola de invitados a la fiesta donde los jóvenes han sido pescados y pescadores.

El Papa señaló durante la audiencia que América Latina está marcada en sus historia y su presente por tantos dramas, necesitada de esperanza y paz, y también de justicia, destacando que esta jornada también reunió a jóvenes de los pueblos nativos y afroamericanos, iniciativa que muestra el rostro multiforme de la Iglesia en América Latina, esa América que es mestiza y que puede llegar a ser puente de amistad y signo profético actual de la tendencia a nacionalismos conflictivos que se viven diariamente en países donde los jóvenes son esa luz que busca ser escondida debajo de las camas.

«He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu palabra»

El Papa también refirió durante la audiencia que la Jornada Mundial de la Juventud también ha tenido el cobijo de nuestra madre, la Santísima Virgen María.

Una huella de fraternidad, comprensión y escucha profunda se dio también al recibir el mensaje de los jóvenes representantes de los cinco continentes, que con su disposición y mansedumbre siguen diciendo a Dios Padre: «heme aquí», sí, soy el futuro del mundo pero también necesito escuchar y sentir la presencia del hermano, contagiarme del ejemplo de la vida cristiana.

Así mismo, Francisco no dejó de explicar una de las etapas más importantes en la JMJ: el Vía Crucis: Caminar con María detrás de Jesús, que lleva la cruz, es la escuela de la vida cristiana: en Panamá, recordó el Papa, los jóvenes han llevado con Jesús y María el peso de la condición de tantos hermanos y hermanas sufrientes en América Central y en el mundo entero. Entre estos están tantos jóvenes víctimas de diversas formas de esclavitud y pobreza. Y en este sentido, ha habido momentos muy significativos, como la Liturgia penitencial que celebré en una Casa de reeducación para menores y la visita a la Casa-hogar «Buen Samaritano», que hospeda a personas afectadas por el VIH/sida.

La Vigilia y la Misa con los jóvenes

El <<Fiat>> de una joven

“En la Vigilia se renovó el diálogo vivo con todos los muchachos y muchachas, entusiastas e incluso capaces de guardar silencio y de escuchar. Pasaban del entusiasmo a la escucha y a la oración en silencio”, explicó el Papa, refiriendo además la valentía de los jóvenes al pasar largas horas en ese campo, incluso al pasar la noche en él, llenando de estrellas la tierra que pisaron con su valentía y jovialidad que permite ver la Iglesia del futuro cercano.

Durante la vigilia, el Papa propuso a María Santísima como el modelo a seguir de ellos, los jóvenes, al demostrar en su pequeñez, más que ninguna otra, cómo ha «influido» en la historia del mundo: “la llamamos «influencer de Dios»”.

El Papa prosiguió: “En su «fiat» se han reflejado los testimonios hermosos y fuertes de algunos jóvenes.

Durante la gran celebración Eucarística final, con la fuerza del Espíritu Santo, habló de nuevo a los jóvenes del mundo y los llamó a vivir el Evangelio en el presente de cada día, porque los jóvenes no son el «mañana»; No, son el «hoy» para el «mañana». Son el ahora, de la Iglesia y del mundo”.

El encuentro con todos los obispos de América Central

“Juntos nos dejamos enseñar por el testimonio del santo obispo Óscar Romero, para aprender mejor a «sentir con la Iglesia» —era su lema episcopal—, en la cercanía a los jóvenes, a los pobres, a los sacerdotes, al santo pueblo fiel de Dios”, explicó el Papa.

Otro momento que recordó Francisco fue la consagración del altar de la restaurada Catedral de Santa María La Antigua, en Panamá, misma que llevaba siete años cerrado por la restauración•