XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

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MISIONEROS PARA UN MUNDO QUE NO CREE EN DIOS”

El día mundial de las misiones tiene como fin el recordarnos que todos los bautizados, por ser discípulos de Jesús, somos también misioneros. En la carta de San Pablo a los romanos, afirma que “Hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para alcanzar la salvación.” Por lo tanto, ser proclamadores del evangelio nos empuja a ser misioneros. Y, no en la retaguardia, ni como misioneros emergentes, sino que en vanguardia, al igual que los Obispos, los Sacerdotes y los Consagrados. El Vaticano II ha dicho que los fieles cristianos laicos “son el corazón (y la boca) de la Iglesia en el mundo y el corazón del mundo en la Iglesia.” Por el bautismo, todo el pueblo de Dios, somos profetas y heraldos del evangelio, y por tanto, todos somos misioneros, cada uno en su espacio de vida y dirigido a sus destinatarios naturales como son la familia y la sociedad.

Ahora, más que nunca, nos están dirigidos los cuestionamientos de San Pablo: “¿Cómo van a invocar al Señor, si no creen en él? ¿Y cómo van a oír hablar de él, si no hay nadie que se lo anuncie? ¿Y cómo va a haber quienes lo anuncien, si no son enviados?” En la actualidad estamos en una situación muy parecida a la Iglesia primitiva, cuando empezaba la primera y gran misión evangelizadora. Pero, con una gran diferencia, los apóstoles de aquel tiempo tenían “ardor evangelizador.” Evangelizar era su prioridad de prioridades. En cambio, hoy, no sucede lo mismo porque nuestro mundo cada vez más está dejando de creer en Dios. El mensaje cristiano ya no es nuevo, ni hay interés por el evangelio de Jesucristo. No hay quien debata, como en Grecia, por el Dios desconocido. Nuestro mundo le aburre toda religión. No está fascinado más que por las grandes conquistas de la tecnología y de la ciencia. Parece que aceptó el hombre el reto de ser un dios humano que espera lograr un día vencer a la muerte y hacer el tiempo eterno suyo.

Por eso, parecería que ser misionero hoy, nos plantea, el serlo, de una forma audaz y novedosa, más acorde con nuestro mundo actual. Hoy, la mayor presencia misionera que se ocupa es la de LOS LAICOS, capaces de traducir el evangelio al nuevo idioma de hoy, asumiendo sus nuevas técnicas de comunicación global. Es la hora de LOS JÓVENES, que lo son en su mayoría aplastante, y que, todavía en México, son católicos-paganos, hijos de padres católicos poco practicantes, misioneros muy tibios y poco preocupados en anunciar a su familia el evangelio. Hoy pareciera que el México católico de ayer, es tierra de misión. Y pudiéramos preguntarnos con sinceridad junto con Pablo: “Señor ¿quién ha creído en nuestra predicación? ¿La voz de los mensajeros ha resonado en todo el mundo y sus palabras han llegado hasta el último rincón de la tierra?”

Pese a mi pesimismo misionero, no se apaga la voz eterna de mi Señor Jesús que nos sigue invitando: “VAYAN POR TODO EL MUNDO Y PREDIQUEN EL EVANGELIO”