XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

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En esta parábola, conocida como de los viñadores homicidas, el Señor resume la historia de la salvación. El Señor compara a Israel con una viña escogida, provista de una cerca, de su lagar, con su torre de vigilancia algo elevada, donde se coloca el guardián encargado de protegerla. Dios no ha escatimado nada para cultivar y embellecer su viña.

Cada rasgo tiene su propia significación: los servidores, enviados por el Señor, son los profetas; el hijo es Jesús, muerto fuera de las murallas de Jerusalén; los viñadores son los judíos infieles: los escribas y fariseos; el otro Pueblo al que se confiará la viña son los paganos. La ausencia del dueño da a entender que Dios confió realmente Israel a sus jefes. De allí surge la responsabilidad de estos jefes y la exigencia del dueño a rendir cuentas, para lo que envía a sus siervos a percibir los frutos de la viña. El segundo envío de los siervos a reclamar lo que debían a su dueño, y que corre la misma suerte del primero, es una alusión a los malos tratos infringidos a los profetas de Dios por los reyes y los sacerdotes de Israel. San Mateo también nos dice en otro pasaje del Evangelio que: «los sumos sacerdotes y los fariseos, al oír sus parábolas, comprendieron que estaba refiriéndose a ellos».

Finalmente les envió a su propio Hijo, pensando que a Él sí lo respetarían. La maligna intención de los viñadores de asesinar al hijo heredero, para quedarse ellos con la herencia, es el desatino conque los jefes de la sinagoga, enceguecidos por la ambición, esperan quedar como dueños indiscutibles de Israel al matar a Cristo.

Para nosotros, los cristianos de todos los tiempos, está parábola es una exhortación a la fidelidad a Cristo, para no reincidir en el delito de aquellos judíos de la parábola. Nosotros también recibimos numerosos envíos del Señor. Al igual que los viñadores del pasaje del Evangelio, llegan a nosotros muchas inspiraciones del Espíritu Santo, sentimientos, consejos, lecturas. Escuchamos con frecuencia homilías y reflexiones. Todas estas llamadas provienen del Señor. Con mucha frecuencia no sabemos recibirlas como tales, ni las respetamos como en realidad son. El Padre nos envía además al mismo Jesús, que es camino, verdad y vida. Él nos enseña mediante la Palabra. Él, a través delos sacramentos nos da la gracia y se hace verdaderamente presente en la Eucaristía.

Pero nosotros nos comportamos como los inquilinos de la viña, que no reconocemos a los enviados del dueño, ni aún a su propio Hijo. En este tiempo de Cuaresma, que es tiempo de conversión, detengámonos algunos momentos para revisar como hemos recibido a los mensajeros de Dios, a sus enviados,….. y en particular a Jesús, enviado por el Padre, que ha querido también hacerse nuestro Consejero, … nuestro Compañero,… nuestro Amigo,… y nuestro Hermano mayor.