¿Qué sabemos sobre la cuaresma?

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Por: Luis Enrique Martín Cervantes

La iglesia, especialmente durante los tiempos de Adviento, Cuaresma y sobre todo en la noche de Pascua, relee y revive todos estos acontecimientos de la historia de la salvación en el hoy de su liturgia” (CIC 1095).

La Cuaresma es, pues, un camino de preparación intenso para celebrar con gozo la gran fiesta de la Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Es este el momento oportuno para reflexionar en nuestra conciencia y emprender un camino de conversión, camino que es propicio para el ayuno, la oración y la limosna.

La Cuaresma es un tiempo litúrgico, cuya palabra proviene del latín quadragesima dies, que quiere decir, el día cuarenta antes de la Pascua. Comienza pues con el Miércoles de Ceniza y termina en las vísperas del Viernes Santo, es decir, el jueves antes de la Misa vespertina de la Cena del Señor.

Ahora cabe la pregunta de ¿por qué cuarenta días? ¿a qué se debe que sea en este lapso de tiempo la preparación para la pascua? Es preciso tener en cuenta que en la Sagrada Escritura son muchos los números que poseen otro valor distinto al que expresan a simple vista, números que tiene un valor simbólico. Y así como el “siete” representa la perfección, el “cuarenta” evoca a varios pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, como lo son: los episodios de los cuarenta días del diluvio antes de la alianza con Noé (Gen 7,17), de Moisés y sus cuarenta días en el monte (Ex 24,18), del pueblo de Israel y sus cuarenta años por el desierto (Jos 5,6), de Elías caminando cuarenta días hacia el monte del encuentro con Dios (1Re 19,8), y sobre todo los cuarenta días de Jesús en el desierto antes de empezar su misión mesiánica (Mt 4,2; Mc 1,13; Lc 4,2), donde tienen en similitud que este espacio de tiempo sirve de prueba, purificación y preparación para un acontecimiento importante y salvador.

Dado el ambiente penitencial y de arrepentimiento que expresa en su significado, estas características las lleva con signos visibles en las celebraciones. La omisión de los cantos del Gloria y del Aleluya, la sobriedad y austeridad en los espacios y el color morado en las vestimentas del sacerdote, dan un mayor realce e invitan a vivir con intensidad este tiempo. Además de que el rezo del Viacrucis y la participación en los ejercicios espirituales nos hacen releer y revivir la entrega de nuestro Señor Jesucristo para hacernos partícipes de la salvación.