LA EUCARISTÍA

¿Por qué la Eucaristía es cumbre y fuente?

“La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia” (CEC 1407).

“Por eso también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos. Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores y exaltado sobre los cielos. A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque él ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo” (Hb 7,25-27).

“La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Porque un solo pan un mismo cuerpo somos; pues todos participamos de aquel pan” (1Co 10,16-17).

“La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la Muerte y la Resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la acción litúrgica” (CEC 1409).

“Es Cristo mismo, sumo sacerdote y eterno de la nueva Alianza, quien, por el ministerio de los sacerdotes, ofrece el sacrificio eucarístico. Y es también el mismo Cristo, realmente presente bajo las especies del pan y del vino, la ofrenda del sacrificio eucarístico” (CEC 1410).

“En cuanto sacrificio, la Eucaristía es ofrecida también en reparación de los pecados de los vivos y los difuntos, y para obtener de Dios beneficios espirituales o temporales” (CEC 1414).

“Cristo, que pasó de este mundo al Padre, nos da en la Eucaristía la prenda de la gloria que tendremos junto a Él: la participación en el Santo Sacrificio nos identifica con su Corazón, sostiene nuestras fuerzas a lo largo del peregrinar de esta vida, nos hace desear la Vida eterna y nos une ya desde ahora a la Iglesia del cielo, a la Santa Virgen María y a todos los santos” (CEC 1419).

¿Por qué sólo el sacerdote ministerial consagra la Eucaristía?

“Es Cristo, sumo sacerdote y eterno de la nueva Alianza, quien, por el ministerio de los sacerdotes, ofrece el sacrificio eucarístico. Y es también el mismo Cristo, realmente presente bajo las especies de pan y vino, la ofrenda del sacrificio eucarístico” (CEC 1410).

“Todo sumo sacerdote es tomado de entre los hombres y los representa en las cosas de Dios; por eso ofrece dones y sacrificios por el pecado. Puede comprender a los ignorantes y extraviados, pues también lleva el peso de su propia debilidad; por eso debe ofrecer sacrificios por sus propios pecados y por los del pueblo. Nadie se apropia esta dignidad, sino debe ser llamado por Dios, como Aarón. Tampoco Cristo se atribuyó la dignidad de sumo sacerdote, sino se la otorgó aquel que dice: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Y en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre a semejanza de Melquisedec” (Heb 5,1-6).

“Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. Entonces les dijo: ‘He tenido muchísimos deseos de comer esta Pascua con ustedes antes de padecer, pues les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su pleno cumplimiento en el reino de Dios’. Luego tomó la copa, dio gracias y dijo: ‘Tomen esto y repártanlo entre ustedes. Les digo que no volveré a beber del fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.  También tomó pan y, después de dar gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: ‘Este pan es mi cuerpo, entregado por ustedes; hagan esto en memorial de mí”. De la misma manera tomó la copa después de la cena, y dijo: ‘Esta copa es la nueva alianza en mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lc 22,14.19).

“Sólo los presbíteros válidamente ordenados pueden presidir la Eucaristía y consagrar el pan y el vino para que se conviertan en el Cuerpo y la Sangre del Señor” (CEC 1411).

“Al llegar a la era de Chidón, Uzza extendió su mano al arca para detenerla, porque los bueyes se desmandaban. Y el furor del Señor se encendió contra Uzza, y lo hirió, porque había osado extender su mano al arca: y murió allí delante de Dios” (1Cro 13,9-10).