Al comenzar las precampañas y al iniciar las intercampañas nos damos cuenta que todo siguió igual; nada cambió en las tendencias del voto a favor de cada uno de los tres candidatos a la presidencia. No cambió la preferencia que se tenía al empezar, ni el número de los que no saben por quién votar. No surtió efecto el persistente acoso político partidista al que nos vimos sometidos todos los ciudadanos a través de todos los medios de comunicación social.
Seguimos firmemente convencidos de que la verdad está muy lejos en todo lo que dicen los buenos y malos candidatos. Los tres se gozan ensuciando la imagen de sus contrarios, poniendo en duda su reputación, confirmando de esta manera la deshonestidad personal de los tres y la corrupción institucional que hay en México.
Por eso, en este ambiente de corrupción y de impunidad, a los tres que mienten, ¿por qué les vamos a creer? A los tres que no han cumplido lo que prometieron sus partidos, ¿por qué esperamos que, ahora, sí lo cumplirán? A los que, con evidentes fortunas, comprobamos que se han servido del pueblo, ¿en qué nos basamos para pensar que nos servirán al pueblo, sacrificando sus intereses personales?
Y en esta Cuaresma Cristiana, me pregunto… ¿Estarán dispuestos los candidatos y demás políticos a convertirse de corazón? Digo esto, porque ahora está de moda valerse del Evangelio para seducir el voto de los creyentes y de los hombres rectos de corazón. ¿No se estarán solo vistiendo los lobos con piel de ovejas?
Pese a todo, Jesús nos sigue diciendo que solo la verdad nos hará libres. Él nos da ejemplo de someternos a los que nos gobiernan y acatar las leyes. Nos invita a respetar su oficio, pero sin jamás olvidar que el Reino de los Cielos, en el que trabajamos para construirlo, no es de este mundo. Pero tenemos el compromiso cristiano de construirlo ya desde este mundo que pasa.
Si votamos por el mejor candidato, estoy seguro que el mundo, cuando lo dejemos, será mejor.
¡VOTEMOS SIEMPRE POR UN MÉXICO MEJOR!
