«Sobre la Pascua» del Anónimo Catorceavo (Pseudo–Hipólito)

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Es una homilía pascual escrita alrededor del siglo II en Asia Menor, es un documento auténtico y antiquísimo sobre la Pascua celebrada el 14 del mes de Nisan; como no es posible conocer la identidad del autor, se le ha llamado Anónimo Catorceavo, es una homilía que mucho tiempo se creyó era de Melitón, obispo de Sardés, por ello muchos estudiosos le ponían la etiqueta de Pseudo–Hipólito; el autor es un obispo que se da cuenta del material litúrgico y catequético tan abundante que había en el cristianismo asiático.

La estructura de la homilía es un espejo fiel de la comprensión que la Iglesia tenía del misterio pascual, podemos decir que el misterio pascual vivía una verdadera primavera, no había otra fiesta anual, la pascua era la única fiesta, Pentecostés, Navidad y Epifanía nacerán más tarde en los años del siglo IV. La Pascua era una fiesta que comprendía todo el misterio de la Salvación, ese día se vivía una historia unida y continua desde la creación hasta la parusía, la Pascua –se puede decir– era fiesta de los dos testamentos, lo cual hacía que estuvieran unidas la pascua judía y la pascua cristiana, acentuando el rechazo de Israel y la elección de los pueblos, cómo el Evangelio había sustituido a la Ley, la Iglesia a la Sinagoga. La homilía contiene las partes más importantes de la vigilia pascual. De la liturgia de la palabra contiene –en embrión– las principales partes de la liturgia, es decir: el pregón pascual, la lectura bíblica, la explicación y la homilía propiamente dicha, la cual introduce en la liturgia Eucarística.

En este número del periódico diocesano nos centraremos solamente en el Pregón pascual de esta homilía que es un himno a Cristo–Luz y la Invitación la fiesta:

Pregón Pascual

Luz de Cristo

  1. He aquí que brillan los rayos sagrados de la luz de Cristo,

amanecen las lámparas puras del Espíritu puro

y se abren los tesoros celestes de la gloria y de la divinidad:

La noche inmensa y negra es tragada

la tiniebla densa fue disipada en él

y la sombra triste de muerte ha sido recuperada de las tinieblas.

  1. La vida se difundió sobre todas las cosas;

todo está lleno de luz sin defecto

y una aurora perenne ocupa el universo.

Aquel que antes de la estrella de la mañana (Sal 110,3) y de los astros,

Cristo, el inmortal, el grande, el inmenso,

brilla más que el sol sobre todas las cosas.

  1. Por esto, un día grande, eterno, luminoso, sin ocaso,

se instaura entre todos nosotros que creemos en Él:

la Pascua mística

celebrada en figura bajo la Ley;

cumplida en la realidad de Cristo,

la Pascua maravillosa,

prodigio de la divina virtud,

obra de su potencia,

verdadera fiesta memorial eterno.

  1. De su pasión nuestra impasibilidad,

de su muerte nuestra inmortalidad,

de su muerte nuestra vida,

de su plaga nuestra curación,

de su caída nuestra resurrección,

de su descenso nuestro ascenso.

He aquí como Dios obra grandes cosas,

he aquí como crea prodigios también de lo imposible,

para que se sepa que sólo puede hacer esto que quiere.

  1. Egipto –luego– preanuncie las figuras

y la ley explique anticipadamente las imágenes de la realidad,

como un mensajero que anuncia la venida solemne del gran rey.

Muera –luego– la cuadrilla de los primogénitos egipcianos,

pero que la sangre mística del cordero salve a Israel.

  1. Todo esto era sombra de las cosas futuras,

pero en nosotros se realiza el contenido de las imágenes

y el cumplimiento de las figuras,

y en el lugar de las sombras,

la misma verdad estable e incontrovertible.

Esta es la razón por la cual debía venir primero la Ley:

para sombrear, mediante el tipo, el cumplimiento de la verdad;

hubo una prefiguración y la verdad fue reconocida así.

  1. Allá tomó un cordero de la grey,

aquí tomó el Cordero bajado del cielo.

Allá el signo de la sangre, protección irracional de todo un pueblo,

aquí el Logos y el cáliz lleno de sangre y de Espíritu.

Allá un cordero traído del redil,

aquí el Pastor mismo en lugar del cordero.

Cómo no podría –luego– proclamar

la realidad la salvación de todas las cosas,

si solamente las figuras de ella eran la causa de la salvación.

Invitación a la Fiesta

  1. Estamos –luego– en fiesta los cielos de los cielos,

éstos que –como proclama el Espíritu divino– «narran la gloria de Dios» (Sal 18,1)

estos que primero han escuchado al Espíritu divino elevado junto al Padre.

  1. Estén en fiesta los coros de los ángeles

indiquen a aquel que surge antes que la estrella de la mañana (Sal 110,3).

Esté en fiesta el agua del mar

que fue honrada por las ormas sagradas de sus pasos (Mt 14,25).

Esté en fiesta la tierra irrumpida por la divina sangre (Lc 22,24).

Esté en fiesta el alma de todo hombre

devuelto a la vida por la resurrección en una nueva regeneración.

  1. He aquí lo que es la Pascua:

festividad común de todos los seres,

envío al mundo de la Voluntad del Padre,

aurora divina de Cristo sobre la tierra,

solemnidad perenne de los ángeles y de los arcángeles,

vida inmortal del mundo entero,

plaga mortal para la muerte,

alimento incorruptible para los hombres,

alma celeste de todas las cosas,

iniciación sagrada del cielo y de la tierra,

anunciador de los misterio antiguos y nuevos (Mt 13,52),

contemplados con los ojos materiales en la tierra

pero comprendidos plenamente en el cielo.

  1. Por esto, alegrándose aquellos que han sido iniciados en los misterios antiguos y nuevos mediante una sagrada ciencia, hemos pretendido explicar en pocas palabras lo que es esta fiesta universal de la Pascua.

Si luego queremos nutrirnos, punto por punto del Verbo, alimentándonos ya no de cosas terrenas sino de realidades celestes, comamos también nosotros la Pascua racional con aquella ansia espiritual con la que el mismo Señor anheló comerla con los suyos cuando dijo: «He deseado comer ardientemente esta Pascua con ustedes» (Lc 22,15).