Por: Seminario Mayor Diocesano – San Francisco de Asís, Jalisco

“ HEMOS CONOCIDO LO QUE ES EL AMOR EN AQUEL QUE DIO LA VIDA POR NOSOTROS.

POR ESO, TAMBIÉN NOSOTROS DEBEMOS DAR LA VIDA POR LOS HERMANOS”

1a Jn 3, 16

Con gran alegría nos reunimos para ser testigos de la ordenación Diaconal de dos hijos de la parroquia de san Francisco de Asís. A las 11 de la mañana del sábado 26 en el Santuario de Nuestra Señora de los Altos, de la misma comunidad de San Francisco, en Atotonilco: el Seminario Mayor y el Seminario Menor de Atotonilco, parte del presbiterio, la comunidad, así como familiares y amigos de los ordenados, bajo la presidencia de nuestro obispo Jorge Alberto Cavazos Arizpe, nos unimos como pueblo de Dios para ser testigos de esta celebración Eucarística.

Antes de comenzar la celebración se nos recordó como el ministerio del diácono está ordenado al servicio del Obispo y del presbiterio. La función del diácono se resume en la palabra, la liturgia y la caridad. Celebran solemnemente el Bautismo, reservan y distribuyen la Eucaristía, asisten al matrimonio y lo bendicen en nombre de la Iglesia, llevan el viatico a los moribundos, proclaman la Sagrada Escritura a los fieles, predican en todas partes, y junto con el presbítero tiene facultad para la homilía, celebran los sacramentales, presiden el rito de las exequias y de la sepultura, presiden los oficios del culto en ausencia del presbítero, se encargan del ejercicio de la caridad, administración y asistencia social. Mediante la ordenación Diaconal pasan a formar parte del oficio clerical incardinado en la diócesis. Por la libre opción del celibato, se consagran totalmente a Dios.

Después de haber escuchado la Palabra de Dios, fueron llamados por el padre rector y presentados al Obispo, quien después de verificar si son dignos para el ministerio, aceptó a los dos hermanos, ahora diáconos Mario Alberto Hernández Angulo y Daniel González Serrano.

Después de la homilía, según el rito propio, los elegidos hacen la promesa de obediencia al Obispo y sus sucesores, teniendo como signo el colocar sus manos entre las del Obispo. Después de este interrogatorio propio, se procedió a la oración litánica, donde se postran en tierra los candidatos mientras se cantan las letanías de los santos y el pueblo pide de rodillas la bendición de Dios para los candidatos. Después de esto, el Obispo hace la oración propia y, así, llegamos a uno de los momentos centrales de la ordenación, la imposición de las manos y la plegaria de ordenación. Por estos, el Obispo pide la fuerza del Espíritu Santo, quien consagra a los elegidos.

Terminada la oración, los diáconos son revestidos con los ornamentos propios del ministerio, la dalmática y la estola, que va del hombro izquierdo al derecho, distinguiéndose así de la estola de los presbíteros y reciben el libro de los Evangelios. Por último, dentro del rito de la ordenación, el Obispo les dio el saludo de la paz como signo de bienvenida, y al después de esto, los demás diáconos hacen el mismo signo de aceptación. Terminado el rito la celebración continuó como de ordinario, con la asistencia de los dos nuevos diáconos.

Llena de alegría ver los frutos de las comunidades parroquiales en el ámbito de la opción vocacional sacerdotal. Este hecho, junto con las demás ordenaciones, nos recuerdan que Dios sigue llamando a hombres valientes y generosos.