El papa Francisco continuó con su catequesis sobre el Decálogo y hoy está dedicada al sexto mandamiento: “No cometerás adulterio”. La llamada inmediata es a la fidelidad, y de hecho, ninguna relación humana es auténtica sin fidelidad y lealtad. En su mensaje se destaca además, la importancia de la formación de los novios antes de recibir el sacramento del matrimonio.

El llamado a la vida matrimonial requiere un discernimiento cuidadoso sobre la calidad de la relación y un tiempo de compromiso para verificarla, de ahí la necesidad de un catecumenado para el matrimonio.

La preparación debe ser madura y exige tiempo. No es un acto formal. Es un sacramento. Por lo tanto, se debe preparar con un verdadero catecumenado, porque se juega toda la vida en el amor, y con el amor no se juega.

Para entrar en el sacramento del matrimonio, la pareja comprometida debe madurar la certeza de que en su vínculo está la mano de Dios, que los precede y los acompaña, y les permitirá decir: Con la gracia de Cristo, prometo serte siempre fiel.

No podemos decir preparación para el matrimonio a unos tres o cuatro encuentros celebrados en la parroquia. Esto no es preparación, es una preparación falsa, y la responsabilidad de quienes hacen estas cosas recae en el párroco y sobre el obispo que permite estas cosas.

Los futuros cónyuges no pueden prometer fidelidad en la alegría y el dolor, en la salud y en la enfermedad, y amarse y honrarse todos los días de sus vidas, solamente con la buena voluntad o la esperanza de que las cosas funcionen sin intervención alguna. Necesitan construir sobre la base sólida del amor fiel de Dios. El matrimonio no es un acto formal, es un sacramento y debe prepararse con un verdadero catecumenado.

Sobre el sexto mandamiento, que dice: “No cometerás adulterio”, supone una llamada a la fidelidad, pues no hay auténtica relación humana sin lealtad y fidelidad. No se puede amar solo cuando conviene.  El amor se manifiesta más allá del umbral del propio interés, cuando se da todo sin reservas. Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “El amor quiere ser definitivo. No puede ser hasta nuevo aviso” (CATIC 1646). La fidelidad es la característica de una relación humana libre, madura y responsable.

El ser humano necesita ser amado sin condiciones, y quien no recibe esta acogida a menudo se siente incompleto, incluso sin saberlo. El corazón humano trata de llenar este vacío con otras cosas o relaciones, aceptando acuerdos y mediocridades que del amor tienen solo un vago sabor.

El riesgo es llamar amor a las relaciones inmaduras, con la ilusión de encontrar luz de vida en algo que, en el mejor de los casos, es solo un reflejo de ello.

Sucede entonces que se sobrestima, por ejemplo, la atracción física, que en sí misma es un don de Dios, pero que está orientada a allanar el camino para una relación auténtica y fiel con la persona. Como decía San Juan Pablo II, el ser humano está llamado a la plena y madura espontaneidad de las relaciones, que es el fruto gradual del discernimiento de los impulsos del corazón.

Es algo que se conquista, ya que todo ser humano debe aprender con perseverancia y coherencia cuál es el significado del cuerpo (cfr. Juan Pablo II, Catequesis, 12 de noviembre de 1980).

Este mandamiento nos llama pues a dirigir nuestra mirada a Cristo, para que sepamos encontrar en Él la fuente de nuestra fidelidad, de nuestra constancia en las relaciones con los demás y de nuestra comunión mutua.

De la muerte y resurrección de Cristo procede nuestra fidelidad, de su amor incondicional deriva la constancia en las relaciones. De la comunión con Él, con el Padre y con el Espíritu Santo viene la comunión entre nosotros y el hecho de saber vivir nuestras relaciones con fidelidad”.

En el mensaje del Papa Francisco se destaca lo siguiente:

– La importancia de la formación de los novios antes de recibir el sacramento del Matrimonio. La preparación debe ser madura y hace falta tiempo. Porque el matrimonio no es un acto formal; es un Sacramento. Pero hay que prepararlo como un auténtico catecumenado.

– Pide a los párrocos y Obispos que no limiten la formación a tres o cuatro encuentros en la parroquia, y que promuevan un verdadero catecumenado entre aquellos que van a contraer matrimonio.

– La fidelidad como una forma de ser, una forma de vida. Una vida tejida de fidelidad se expresa en todas las dimensiones y conduce a ser hombres y mujeres fieles y confiables en todas las circunstancias.