También ustedes mismos, como piedras vivas, van construyendo un  templo espiritual dedicado a un sacerdocio consagrado, para ofrecer, por medio de Jesucristo, sacrificios espirituales agradables a Dios.

1Pe 2,5

La misión que tenemos los laicos en la Iglesia es tan importante y fecunda, ya que Cristo mismo es quien nos llama a compartir el mensaje de salvación por todos los confines de la tierra a todos los hombres. El Catecismo de la Iglesia católica en el número 901 nos habla precisamente de esa participación en la misión sacerdotal de Cristo: “Los laicos, consagrados a Cristo y ungidos por el Espíritu Santo, están maravillosamente llamados y preparados para producir siempre los frutos más abundantes del Espíritu”.

Cristo nos da a todos sus fieles una igualdad en cuanto a su propia dignidad, llamándonos a formar su propio Cuerpo. La importancia del trabajo del laico en medio de la vida ordinaria es  la participación en la misión salvífica de Cristo, por lo tanto, todas las obras que hagamos, desde nuestra oración, tareas apostólicas, vida familiar y conyugal, así como el trabajo y el descanso,  si se realizan en el Espíritu, aún las situaciones de dolor y sufrimiento, llevados con paciencia, se convierten en sacrificios espirituales agradables a Dios, por medio de Jesucristo.

En esta misión tan especial que como laicos tenemos, los padres tienen una responsabilidad especial en la educación cristiana de los hijos, de impregnar un espíritu cristiano a la vida conyugal o familiar y, sobre todo, dar un vivo testimonio del amor que por medio del sacramento matrimonial se ve realizado, y que emana de la fuente de amor que es Cristo mismo.

Este primer encuentro con Dios a través de la tareas cotidianas de la vida debe pasar al siguiente nivel, que es la presencia activa en los espacios sociales, siendo testigos de Dios y de la Iglesia, proponiendo aquellos valores que consideramos fundamentales para la vida, como la dignidad de la persona, el derecho a la vida, la sacralidad de la familia, entre otros. Es necesario tener una formación integral para que, mediante el conocimiento y la experiencia de fe podamos participar activamente. Existen muchos espacios para la formación de nosotros los laicos, ya sea dentro de nuestras escuelas parroquiales o en los distintos talleres que año con año se ofrecen en nuestra diócesis.

Todos estamos llamados a participar activamente en la formación de la Iglesia, y estamos invitados a dar testimonio con nuestra vida del mensaje vivo y actual del Evangelio.  Como laicos, en medio de nuestra cultura y vida ordinaria, debemos participar activamente en la vida política, económica y cultural, haciendo nuestras las palabras de Jesús en el Evangelio de Mateo: “Ustedes son la sal de la tierra, ustedes son la luz del mundo” (Mt 5, 13-16).