No olvidemos los mexicanos nuestro pasado, ni intentemos repetirlo, después del primero de julio.
No olvidemos que venimos de un pasado fratricida, ocupado más en pelearnos entre nosotros mismos que con nuestros vecinos incómodos. Venimos de un pasado dividido en dos bandos opuestos, siempre alimentados por ideologías de fuera. Venimos de un pasado que, en cada guerra, buscó víctimas para inmolarlas a nuestros nuevos dioses y terminó empobreciendo a los más pobres. Venimos de un pasado que asesina a sus héroes y entroniza en el poder a sus villanos.
Pero… también venimos de un pueblo, con alma y corazón, extremadamente religioso, unido por sus creencias y perseguido por creerlas libremente. Venimos de un pueblo creyente en la dignidad del hombre y en la igualdad de todos los hombres. Mayoritariamente nos hermana el cristianismo cuyo centro siempre ha sido el hombre y cuyo fin siempre ha sido el amor a todo el hombre y, a todos los hombres, por el amor a Dios.
Después del primero de julio, seguiremos siendo, todos, hombres y mujeres mexicanos, y seguiremos siendo, ante todo, hermanos. Aunque pensemos diferente por el partido que votamos, hemos de permanecer unidos, respetándonos y valorándonos en lo que somos distintos, pero todos hablando el mismo lenguaje del bien común.
Después de las votaciones, todos los mexicanos tendremos un nuevo presidente a quien hemos de reconocer como tal y exigirle, todos unidos, lo mejor para nuestra patria mexicana. ¡Viva México! Y que siempre ¡Viva México!
