Considerar AMLO el robo de la gasolina una “travesura” y justificar que los pobres la ordeñan por necesidad es favorecer la impunidad. Y nos duele que se exprese con tanta liviandad en esta nuestra guerra contra “los guachicoleros.” Pero, no nos debe admirar tanto que así se exprese cuando al inicio de su gobierno declaró que eran tantos los defraudadores que habían dañado a México, que la solución era “Perdono… Pero no olvido”.

Y yo me pregunto… ¿Se puede ser justo, perdonando, sin más, la cárcel y la reparación del daño, a todos los gobernantes y actores políticos acusados de graves delitos, solo por ser quiénes son? Ni el buen ladrón arrepentido, al ser perdonado, se le dispensó de la muerte en cruz, sin importar que reconociera sus fechorías y anhelara el paraíso. El perdonar implica, pues, la necesaria expiación de los pecados, mediante un castigo justo. El ser “amorosos” nos debe exigir, también, la reparación del daño.

El consenso multitudinario contra el robo de gasolina espera justicia y castigo para los delincuentes que resulten responsables. Las muchas horas e incomodidades, multiplicadas, por los millones de mexicanos que padecemos el desabasto de gasolina, quieren de recompensa: justicia pronta, eficaz y expedita.

Es ofensivo pensar que esta lucha contra el robo de combustible se vuelva, al final, demagogia y palabrería política que buscaba solo los aplausos. No hay que olvidar que, nuestra historia mexicana, tan singular, da fe de que, en el pasado, nuestros antepasados, han fusilado a nuestros héroes y han subido a los altares a nuestros villanos.

Pero todos creemos que nuestro Presidente, de verdad, quiere, con mucha prisa, acabar con la corrupción, la inseguridad, la impunidad y con tanta injusticia social. Pero, los males mexicanos están muy enraizados y su trama está muy enmarañada para acabar con ellos de un solo golpe. Además, no es tarea del presidente solo, es tarea de todos los mexicanos. Juntos luchemos, pues, por un México siempre mejor.