Ya es del lenguaje común hablar de la “Cuarta transformación” como un slogan que se va acuñando cada vez más, aunque los alcances todavía no podemos imaginarlos todos, pero sí ya visualizamos algunos logros previsibles. ¿Quién no anhela el que cada ciudadano sea y seamos honestos en el hablar y en el actuar en la vida personal, familiar y en la vida social y en la vida pública?

Si para algunos no es de su gusto afiliarse al uso del término antes mencionado, cámbienle de expresión, pero no podemos dejar de hablar de que urge una auténtica transformación porque ya no le vemos orilla a tantas acciones que nos dejan cada vez más en la desilusión. Urge sumarnos a esta pretensión que enarbola nuestro Presidente de la República y, ¿por qué no decirlo?, al constante llamado que nos hace la Iglesia, en nombre de Jesucristo: “conviértanse” (Metanoia –aunque no es propiamente la escritura en griego, pero sí en la pronunciación–, es decir, cambio en el modo de pensar, cambio de mentalidad) y consecuentemente cambio en el modo de actuar, con el contenido de valores éticos que presupone, y valores cristianos para quienes profesamos serlo. Los datos de la realidad social que vivimos, nos advierten que no podemos seguir comportándonos como ciudadanos auténticos actuando al modo pérfido como nos hemos estado acostumbrando.

El cambio de estructuras sirve, pero no llegarán a consolidarse de forma eficaz si no hay cambio de pensamiento, de actitudes y de acciones, de las personas que integramos dichas estructuras sociales, la de la clase gobernante y la de todos los ciudadanos que conformamos la sociedad y esta en organismos intermedios que representen a los grupos pensantes, con criterios de valor ético y con autoridad moral, y organizados, para ser contrapeso ante las propuestas en materia socio-política y socio-económica de quienes ejercen el servicio y arte de gobernar. Ser y hacer contra peso no es ser contrarios porque sí, sino proponer de una parte y de otra, con razones bien fundamentadas para hacer propuestas de valor, viables y convincentes, aunque a veces tengamos que ceder a intereses personales, o de grupo social intermedio, o de grupo gobernante.

La enseñanza social de la Iglesia, al describir las tareas pastorales que se derivan de dicha enseñanza, en cuanto a la promoción humana evangelizadora, nos las presenta en forma gradual:

“La promoción humana implica actividades que ayudan a despertar la conciencia del hombre en todas sus dimensiones y a valerse por sí mismo para ser protagonista de su propio desarrollo humano y cristiano. Educa para la convivencia, da impulso a la organización, fomenta la comunicación cristiana de bienes, ayuda de modo eficaz a la comunión y participación” (Puebla 477).

A la luz de este texto, tenemos larga tarea. Propongo una: educar para la convivencia y dar impulso a la organización. Al hablar de la “Sociedad” y “Del pueblo” en abstracto no nos lleva a pensar en realidades concretas, si no hay estructuras y organismos intermedios que representen la realidad de su comunidad y los anhelos y aspiraciones de dicha sociedad en pequeño. Debemos hablar de sociedad organizada y esta, como tal, tiene poco significado.

A los ciudadanos de México no nos gusta participar (Cfr. Datos de la OCDE), nos cuesta trabajo, no es de nuestra cultura todavía el ser activos y comprometidos por el Bien Común, aunque este se vaya realizando “en cachitos”, de acuerdo a como cada grupo se va involucrando en organismos de su propia comunidad o de acuerdo a sus intereses de grupo, para el bien suyo y de las demás personas de su comunidad. Por lo anterior, ¿cómo vamos a ser ciudadanos activos, ejercitando nuestros

derechos y deberes, si no nos involucramos en organismos que impulsen a nuestra propia comunidad o sociedad a la que pertenecemos?

En este sentido podemos afirmar que urge la participación para suscitar la verdadera transformación de México. Y para ello debemos participar en política.

Dos conceptos de Política y de compromiso político.

Primero: La política en s u sentido más amplio, mira al bien común, tanto en lo nacional como en lo internacional. Le corresponde precisar los valores fundamentales de toda comunidad –la concordia interior y la seguridad exterior—conciliando la igualdad con la libertad, la autoridad pública con la

legítima autonomía y participación de las personas y, la soberanía nacional con la convivencia y solidaridad internacional. Define también los medios y la ética de las relaciones sociales. En este sentido amplio, la política interesa a todo el Pueblo de Dios y a todos los miembros de la sociedad, y, por tanto, a los que profesan algún credo y a sus pastores como ministros de la unidad (Cfr. Puebla 521).

Segundo: El realizar más en concreto la tarea política se hace normalmente a través de grupos de ciudadanos que se proponen conseguir y ejercer el poder político para resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales según sus propios criterios o ideologías (Cfr. P. 523-525).

Ya es tiempo de que todos los ciudadanos, como miembros activos de la sociedad, nos involucremos por el bien de todos y de cada uno y, como sociedad organizada, podemos y debemos interactuar, con criterios éticos bien definidos, con los que ejercen la política como forma de gobierno.

Algo más que ser críticos hemos de ser propositivos y comprometidos.

LOS INVITO A REFLEXIONAR PARA SABER ACTUAR.