“La tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo, la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios”

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Carlo nació y se bautizó en el barrio de Chelsea, en el corazón de Londres en 1991. Vivió principalmente en Milán. Sus padres no eran católicos practicantes, ¿de dónde le vino entonces una fe tan profunda y una unión con Dios tales que le llevaron a expresar ideas tan profundas como: “Si Dios posee nuestro corazón, poseeremos el infinito” o “Sin Él, no puedo hacer nada”.

Su niñera polaca, gran devota de Juan Pablo II, fue quien transmitió al pequeño Carlo un interés por la fe. A partir de ahí creció sin parar, llevando a su madre a apuntarse a unas clases de teología para responder a las muchas preguntas que hacía, y es que, como él decía: “Encuentra a Dios y encontrarás el sentido de tu vida”.

Carlo era un chico normal, guapo y popular.  Le encantaba jugar al fútbol, los videojuegos, la Nutella y los helados.

Como era un poco glotón y goloso, engordó y se dio cuenta que tenía que medirse.  Fue una de las muchas luchas que Carlo tenía para dominarse en las cosas sencillas. “De qué sirve ganar 1000 batallas si no puedes vencer tus propias pasiones”, solía decir.

Con sus primeros ahorros le compró un saco de dormir a un pobre a quien veía de camino a Misa. Podría haberse comprado otro juego para la videoconsola ¡le encantaba jugar a los videojuegos! pero en su libertad, decidió hacer un acto de generosidad. Y no fue solamente una vez. El día de su funeral, la iglesia se llenó de grupos de “sin techo” que el joven Carlo había ayudado, demostrando que el mismo gesto que hizo aquella vez con el mendigo, lo había repetido con muchas otras personas.

A Carlo le regalaron un diario y se le ocurrió usarlo para calificarse con “buenas notas” si se portaba bien y “notas malas” si no llegaba a sus expectativas. Así llevaba cuenta de sus progresos. En ese mismo cuaderno apuntó: “la tristeza es dirigir la mirada hacia uno mismo, la felicidad es dirigir la mirada hacia Dios. La conversión no es otra cosa que desviar la mirada desde abajo hacia lo alto. Basta un simple movimiento de ojos”.

Carlo evangelizó a su familia. Falleció a los 15 años de edad el 12 de octubre de 2006 debido a una leucemia fulminante. El joven ofreció todos sus sufrimientos por la Iglesia y por el Papa.

Fue beatificado el 10 de octubre del 2020 en la Basílica de san Francisco, en Asís por el cardenal Agostino Vallini, delegado del papa Francisco.

Fuente: vaticannews.va