El pasado 2 de febrero fue una fecha muy importante para la comunidad parroquial de Nuestra Señora de la Luz y para el municipio de Cañadas de Obregón: se han cumplido los primeros cien años de vida parroquial.

El recorrido histórico que ha sido grabado en papel y en las memorias de los fieles cañadienses abarca una descripción pormenorizada desde el tiempo en que se celebraba a la virgen de la Candelaria, es decir, desde el tiempo que ubica la capilla en la hacienda El Húmedo hasta los días en que estas tierras ha consagrado sus hombres a Dios y han visto la cosecha de sus esfuerzos y ofrecimientos.

Muchos ojos estuvieron expectantes al acontecimiento que culminó un siglo de historia, un momento no igualado, donde los tapetes de aserrín, los arcos de flores a lo largo de las calles de Cañadas de Obregón no fueron traspasados hasta que la virgen peregrina de Nuestra Señora de Luz atravesó los umbrales para hacer un recorrido de bendición para los fieles que veneraban su recorrido que sigue iluminando la mirada de aquel que la contempla con esperanza y amor.

El contraste del pasado con el presente, de lo vivido con todo lo que falta por conocer… por la esperanza de saber que María Santísima es nuestra madre, una bella mujer, valiente y generosa, la mujer bendita que es reina del cielo y la tierra, fue por ello por lo que, durante la celebración Eucarística solemne de fiesta, se le reconoció su vivo testimonio, su maternidad sin precedente, con la coronación desde lo alto del templo parroquial.

Es un siglo de alegrías y testimonios, algunos ya callados por la naturaleza humana, otros más porque los fieles de ese tiempo gozan de la eternidad, pero la historia nos sigue llevando a conocer la colocación de una primera piedra en aquella arquitectura que hoy podemos apreciar, del hogar de la reina de Cañadas de Obregón.

“La luz resplandece desde tu vientre bendito y purísimo, la dicha de la vida está resguardado de amor y dulzura: tú, María, eres una protectora de amor” y de esa misma manera caminas con nosotros, recorriendo los senderos, acompañada de alabanzas que suenan desde lo profundo de los pechos, de las voces melódicas que veneran la alegría entre lágrimas, nostalgia y esperanza•

¡Gracias, Señor, por tu presencia,

gracias Madre Santísima por tu luz!