SACRAMENTOS DE CURACIÓN / PENITENCIA Y RECONCILIACIÓN

Fotografía:Mensajero Diocesano

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¿Cristo instituyó el Sacramento de la Penitencia?

”¡La paz sea con ustedes! -repitió Jesús-. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. Acto seguido, sopló sobre ellos y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo. A quienes les perdonen sus pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonen, les quedarán sin perdonar” (Jn 20,21-23).

“En la tarde de Pascua, el Señor Jesús se mostró a sus Apóstoles y les dijo: ‘Reciban el Espíritu Santo. A quienes perdonen los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengan, les quedan retenidos” (Jn 20,22-23)” (CEC 1485). (CEC 1376).

¿Qué es el pecado?

“A los ojos de la fe, ningún mal es más grave que el pecado y nada tiene peores consecuencias para los pecadores mismos, para la Iglesia y para el mundo entero” (CEC 1488).

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales los amonesto, como ya se lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Ga 5,19-21).

“Quien peca lesiona el honor de Dios y su amor, su propia dignidad de hombre llamado a ser hijo de Dios y el bien espiritual de la Iglesia, de la que cada cristiano debe ser una piedra viva” (CEC 1487).

¿Qué es la conversión?

“Volver a la comunión con Dios, después de haberla perdido por el pecado, es un movimiento que nace de la gracia de Dios, rico en misericordia y deseoso de la salvación de los hombres. Es preciso pedir este don precioso para sí mismo y para los demás” (CEC 1489).

“Ahora Yahvé les dice: ‘Vengan, para que arreglemos cuentas. Aunque sus pecados sean negros como carbón, quedarán blancos como la nieve; aunque sean rojos como púrpura, se volverán como lana blanca” (Is 1,18).

“La tristeza según Dios produce firme arrepentimiento para la salvación; mas la tristeza del mundo produce la muerte” (2Co 7,10).

“Arrepiéntanse y conviértanse, para que sean borrados sus pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio” (Hch 3,19).

“El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Prv 28,13).

“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a El Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Sal 32,5).

“Conviértenos a ti, Señor, y nos convertiremos, renueva nuestros días como antiguamente” (Lm 5,21).

“Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!” (2Co 5,20).

“Entonces los escribas y fariseos comenzaron a discurrir, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios? Conociendo Jesús sus pensamientos, respondió y les dijo: ¿Por qué discurren en sus corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepan que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Lc 5,21-24).

“El movimiento de retorno a Dios, llamado conversión y arrepentimiento, implica un dolor y una aversión respecto a los pecados cometidos, y el propósito firme de no volver a pecar. La conversión, por tanto, mira al pasado y al futuro; se nutre de la esperanza en la misericordia divina” (CEC 1490).