San Mateo, Apóstol y Evangelista

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“un pecador en quien el Señor ha puesto sus ojos”.

Mateo era cobrador de impuestos en Cafarnaum: recaudaba las tasas que los judíos tenían que pagar a los romanos; como todos los que se dedicaban a ese oficio, era despreciado por el pueblo, que lo consideraba cercano a los opresores. Probablemente Mateo se había acostumbrado a ello; pero un día, cuando estaba sentado en su oficina, oyó una voz diferente. Un hombre le dijo solamente: “Sígueme”. Y él se levantó y lo siguió, para siempre. Ese hombre era Jesús, y la vida de Mateo nunca más volvió a ser como antes.

San Jerónimo dice que la llamada de Jesús a Mateo es una lección para que todos los pecadores del mundo sepan que, sea cual fuere la vida que han llevado hasta el momento, en cualquier día y en cualquier hora pueden dedicarse a servir a Cristo, y El los acepta con gusto.

Según algunas fuentes, murió por causas naturales.

Sus reliquias se encuentran en la cripta de la Catedral de Salerno (Italia), donde se le festeja el 21 de septiembre con una solemne procesión.

Tradicionalmente se suele representar a los cuatro evangelistas mediante cuatro símbolos.

El orden en el que aparecen en el Nuevo Testamento son:

 El ángel (un hombre con alas): Mateo.

– El león: Marcos.

– El buey: Lucas.

– El águila: Juan.