Santa Mónica es la madre de San Agustín, modelo perenne de esposas y madres cristianas. Con su constancia, fe y oración logra la conversión de su hijo.

Nació el año 331 en Tagaste (África) en el seno de una familia cristiana. Sus padres la casaron con Patricio, marido pagano y voluble, tan pronto a las efusiones del amor más tierno como a las explosiones de ira y a las infidelidades conyugales. Era, en palabras de su hijo, “sumamente cariñoso y, a la vez, extremamente colérico”. Pero nunca llegó a poner las manos sobre ella, lo que no dejaba de sorprender a quienes conocían la violencia de su carácter. Patricio era un buen trabajador, pero de genio fuerte. La hizo sufrir bastante con sus desplantes y los frecuentes estallidos de ira. Tuvieron tres hijos: dos varones y una mujer. Agustín, Navigio y una hermana de nombre desconocido. Los dos menores fueron su alegría y consuelo, pero el mayor Agustín, la hizo sufrir durante años.

Patricio no era católico, y aunque criticaba el mucho rezar de su esposa y su generosidad con los pobres, nunca se oponía a que ella se dedicara a estas buenas obras. Mónica rezaba y ofrecía sacrificios por su esposo. Al fin alcanzó de Dios la gracia de que en el año de 371 Patricio se hiciera bautizar.

Patricio y Mónica se habían dado cuenta de que su hijo mayor era extraordinariamente inteligente, y  lo enviaron a Cartago.  Agustín tenía 17 años y empezaron a llegarle a Mónica noticias de que el joven llevaba una vida nada santa y que  se había hecho socio de una secta llamada de los Maniqueos.

Mónica tuvo un sueño en el que lloraba por la pérdida espiritual de su hijo y que en ese momento un personaje le decía: “tú hijo volverá contigo ” y enseguida vio a Agustín junto a ella. Le narró el sueño y él dijo que eso significaba que la madre se iba a volver maniquea como él. Pero ella respondió: “En el sueño no me dijeron, mamá ira a donde su hijo, sino tu hijo volverá contigo”. Esta hábil respuesta impresionó a su hijo. Esto sucedió en el año 437. Faltaban 9 años para que Agustín se convirtiera. También es famosa la respuesta que un obispo dio a Mónica cuando le contó que llevaba años rezando por la conversión de Agustín. El obispo le respondió: “Es imposible que se pierda el Hijo de tantas lágrimas”.

Cuando tenía 29 años, el joven decidió ir a Roma. Mónica quiso ir con él pero Agustín la engañó (de lo cual se arrepintió más tarde ) le dijo a Mónica que se fuera a rezar a un templo, mientras iba a visitar a un amigo, y lo que hizo fue subirse al barco y salir rumbo a Roma, dejándola  allí.  Mónica tomó otro barco y se dirigió a Roma.

En Milán, Mónica se encontró con San Ambrosio, obispo de la ciudad., que será el que facilite y ayude a la conversión de Agustín, que sucedió en el año 387. Deciden regresar a su tierra y se fueron al puerto de Ostia a esperar el barco, pero ella se siente enferma y en pocos días murió. Lo único que pidió a sus hijos es que no dejaran de rezar por el descanso de su alma. Murió en el año 387 en Ostia a los 56 años de edad.

Muchas madres y esposas se han encomendado a Santa Mónica, para que les ayude a convertir a sus esposos e hijos.

Fuente:

www.agustinosrecoletos.com

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