15º Domingo Ordinario

Jesús empleaba estas comparaciones con las cosas de campo, porque los oyentes de Jesús eran gente de campo y se les hacían entendibles. Pensemos cómo nos lo diría Jesús a nosotros hoy. Qué lenguaje usaría Jesús con nosotros para trasmitirnos este mensaje.

La semilla es la palabra de Dios, y Jesús nos dice, que a veces esta semilla no prende porque nuestras preocupaciones por las cosas materiales no nos dejan el tiempo suficiente para que la semilla eche raíces. Esas preocupaciones son las aves que se comen la semilla.

Cuántas veces, el Señor quiere acercarse a nosotros, nos trae su mensaje a través de las personas que nos rodean, o a veces nos llega a través de alguien con quien compartimos un mate, una charla. Nos sentimos bien, experimentamos ciertas ganas de conocer más, de acercarnos a Jesús, pero enseguida por cualquier motivo trivial, dejamos de lado eso para ocuparnos de otras cosas, a veces intrascendentes.

Jesús nos dice también que a veces, la semilla prende, echa raíces pero pocas, y entonces, en cuanto las cosas del mundo crecen, la ahogan.

Esto nos pasa también en nuestra vida, cuando nos parece que ya estamos bien, que tenemos a Cristo en nosotros, que somos fuertes, y sin embargo, cuando aparecen las dificultades, esas dificultades ahogan la semilla, la matan.

Otras veces, en cambio, la semilla cae en buena tierra, tenemos el corazón preparado para recibir la palabra de Dios, entonces, Jesús nos dice que la semilla prende y da fruto. Cuánto?

Depende de la preparación que haya tenido nuestro corazón.

La palabra de Dios, la semilla, es siempre buena semilla, pero por más que sea buena y nos llegue llena de sentido, si nosotros nos cerramos en nuestra soberbia, no va a poder germinar. No podría germinar ni aun cuando nos la dijera el mismo Jesús.

Pero la pregunta que podremos hacernos es cómo podemos preparar nuestro corazón para que cuando llegue a nosotros la palabra de Dios encuentre la tierra preparada .

La forma que nosotros tenemos de preparar el corazón es ejercitando las virtudes humanas.

Si nosotros tratamos en nuestra vida de ser leales, de ser sinceros, de ser corteses, de ser generosos, de actuar con justicia, de ser humildes, de ser sencillos, de ser obedientes, de ser ordenados, de ser respetuosos, entonces cuando el Señor nos hable, nuestro corazón tendrá hecho el surco, será sensible y oirá al Señor.

Jesús nos dice, El que tenga oídos que oiga

Y nosotros queremos oír al Señor, por eso vamos a tratar cada día de ser un poquito mejores, de cambiar en algo, para preparar nuestro corazón. Quizás nos va a costar cambiar, quizá muchos días nos propongamos no mentir en ninguna circunstancia, y al fin del día nos demos cuenta que no lo conseguimos. Pero no debemos desfallecer, nuestro permanente trabajo no será en vano.

Cuando los discípulos preguntan aparte, a Jesús por qué a ellos les habla claro y a la gente en parábolas, el Señor les contesta que les habla en parábolas, porque el pueblo no es capaz de comprender. Les dice Jesús, que ese pueblo, cuando mira, no ve y cuando oye no entiende. Y les cita un texto del profeta Isaías, que ha dado muchos quebraderos de cabeza a los que estudian la Biblia.

Dice el profeta Isaías:

Oirán, pero no entenderán, y por más que miren, no verán.

Porque este pueblo ha endurecido su corazón, ha cerrado sus ojos y taponado sus oídos. Con el fin de no ver, ni de oír, ni de comprender con el corazón. No quieren convertirse ni que yo los salve.

Aquí el Señor se refiere a la falta de comprensión que tiene el pueblo, a su falta de capacidad para entender el mensaje del reino.

Por eso Jesús, como buen maestro, les habla por medio de imágenes y comparaciones.

Pero en las parábolas del evangelio, como en toda parábola, sucede algo especial: no basta escucharlas, sino que hay que responder a su interpelación.

Y qué pide Jesús?

El Señor pide que se acepte el Reino. Y ese anuncio va siempre acompañado de un llamado a la conversión.

Por eso algunos no las entienden, y endurecen su corazón, en cambio los sencillos las entienden y se convierten.

A los discípulos les habla más clara y directamente, porque ellos sí han ido entendiendo y asimilando poco a poco sus enseñanzas de Jesús, y el Señor les dice que pueden sentirse felices porque están viendo y oyendo lo que tantos profetas y santos del Antiguo Testamento anhelaron ver y oír.

Hay una frase de Jesús en este evangelio que nos debe hacer reflexionar. Aquella gente que escuchaba a Jesús, pero apenas captó, su mensaje, es probable que hasta ese escaso conocimiento le sea quitado

Pero los que reciben el mensaje y saben responder, se les irá dando más y más.

Los discípulos de Jesús ven y oyen, aunque todavía no entienden mucho, y les falta todavía un largo camino para captar en su totalidad el mensaje de Jesús. Recién el Espíritu Santo, después de la muerte y resurrección del Señor, les irá abriendo la mente y el corazón.

Pero la diferencia entre los discípulos y el resto de la gente, es que los discípulos ya habían hecho la opción por el reino y habían elegido al Señor.

Y es por eso que Dios les ha permitido conocer los misterios, los secretos, del reino.

Se les ha permitido descubrir una partecita de ese misterio de salvación, que aún permanece cerrado a la gente del pueblo.

Vamos a pedirle hoy al Señor, que cuando escuchemos su palabra, nos conceda la gracia que le concedió a sus discípulos, de abrir nuestro corazón, entender su mensaje y trabajar por su Reino.