En estas próximas elecciones de julio, no dejemos que las apariencias nos lleven a votar equivocadamente. No dejemos halagar nuestros oídos cuando nos prometen bajarnos la luna y las estrellas. No hagamos depender nuestro voto del afecto ciego a un partido que fue bueno para nosotros pero que ya no lo es para la inmensa mayoría de mexicanos. Si somos buenos mexicanos y buenos ciudadanos, hagamos la diferencia dando nuestro voto bien informado.
La experiencia en el buen gobierno cuenta y cuenta mucho. Si no tiene experiencia o tuvo un mal gobierno, arriesgamos mucho votando por un milagro de buen gobierno. Si no tiene buena fama; si su pasado es desastroso; si es aficionado a vivir del pueblo, nadie lo cambiará. Con más poder, más fácil “hará de las suyas”. Si no tiene reconocimiento de los demás, ni un brillante pasado de estudios. Siendo presidente no tendrá ciencia infusa. Es necesario que tenga prioridades sociales muy claras como la pobreza, los jóvenes, el empleo y justo salario, la eficaz honestidad frente a la corrupción… Más que demagogia queremos conocer grandes proyectos a los grandes problemas que tiene nuestro México. Hay que medir en lo que dice cuánto hay de demagogia y populismo y cuánto está comprometido con el pueblo, no con los poderosos para servirlos. Debemos, en fin, informarnos si sabe trabajar en equipo, para estar seguros de que estamos lejos de una dictadura loca en la que la única ley sea el ciudadano Presidente y sus ocurrencias.
De cuántas y cuántas cosas debemos informarnos. Votemos, pues, positivamente. Y no lo haremos si no estamos debidamente informados.
