Por: Lupita Gómez  González

El primero de abril, Domingo de Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y 91 años del martirio del beato Anacleto González Flores, uno de los más grandes mártires de Tepatitlán durante la persecución religiosa.

Se han celebrado estos dos acontecimientos de fe y amor: el templo parroquial lucía engalanado con arreglos florales, los mejores manteles, alfombra y candelabros adornados con coronas de flores rojas significado el martirio; al centro, en una mesita, las reliquias del beato Anacleto. En la homilía el presbítero Juan José Aguayo, nos llevó a reflexionar el Evangelio de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo y, ahí mismo, podemos considerar a otro hijo de Dios sacrificado por la fe, un ejemplo para nosotros, una enseñanza para nuestra propia vida: nos invita a meditar, también nosotros en nuestra vida.

Al finalizar, el seminarista Rafael Becerra nos compartió el siguiente mensaje: “Hoy primero de abril, a los 91 años del martirio, del beato Anacleto González Flores. Inicio diciendo ¡Qué ridículo! Qué ridículo que el imperio más poderoso del mundo, como lo era el Imperio Romano, hubiera mandado poner una gran y pesada piedra para impedir que un muerto se escapara de su tumba. Qué ridículo que hubiera puesto a varios buenos soldados, para resguardar la tumba de un hombre muerto, Jesucristo, al que tenían por un impostor, blasfemo y hereje. Era un hombre que tan solo tenía su palabra y su persona. Era Dios mismo”.

Añadió: “Hoy, el día que celebramos la Resurrección de Cristo, también recordamos el ridículo del gobierno de Plutarco Elías Calles, que mandó torturar y asesinar al hoy beato Anacleto González, ¡qué ridículo!, se trataba de un pobre abogado que solo tenía su palabra, su persona”.

Jesucristo era Dios, y Anacleto González Flores anunciaba a Cristo, no se promovía a sí mismo, sino a Cristo, y promovía la verdad de Cristo porque en la Eucaristía, que consumía a diario, encontraba su fuente, su meta y su culmen, le era fácil promoverlo porque permanecía en Él.

A Cristo lo mataron porque representaba una amenaza para todos los poderes establecidos, Anacleto González Flores también representaba una gran amenaza para todos los poderes en México establecidos, porque se convirtió en un gran defensor de los derechos humanos, en especial de la libertad religiosa, porque el gobierno mexicano no tenía derecho de arrebatarle a los ciudadanos su fe en Cristo que ha resucitado.

Aquel primero de abril de 1927, capturaron al maestro, le desollaron las palmas de las manos y las plantas de los pies, lo suspendieron de los pulgares, le encajaron una bayoneta en un costado y todavía suspendido, pudo decir al general que lo martirizaba que “lo perdonaba y que tendría en él a un defensor frente al tribunal eterno. Una vez que lo bajaron tras la descarga de balas, todavía pudo reincorporarse y gritar << ¡Por segunda vez escuchen las Américas este grito: yo muero, pero Dios no muere, ¡Viva Cristo Rey! >>.

Que el testimonio que nos deja hoy el beato Anacleto González Flores, en su 91 aniversario luctuoso, nos anime a tener como anhelo, poder gritar al final de nuestros días, antes de nuestro último suspiro, “yo muero, pero Dios no muere, ¡Viva Cristo Rey!” … – ¡viva! Gritaron los fieles como respuesta a la invitación.  Para la bendición final, el presbítero Juan José Aguayo pidió a los seminaristas que, con la urna de las reliquias del beato, le apoyaran a dar la bendición final.