INICIO DE MINISTERIO APÓSTOLICO

La mañana del 25 de abril de 2018, la ciudad de Oaxaca, ¡Amaneció de fiesta! pues recibió a monseñor Pedro Vázquez Villalobos, como VIII Arzobispo de la Arquidiócesis de Antequera Oaxaca; festejo que coincidió con el 486 aniversario de la elevación de Oaxaca a rango de ciudad. A las 8:45 de la mañana en las afueras de la Basílica menor de Nuestra Señora de la Soledad, un grupo de niños, religiosas, sacerdotes y fieles oaxaqueños recibieron a su pastor cantando: Amigo, las notas del mariachi acompañaron las muestras de afecto y respeto al nuevo Arzobispo; lo acompañó el Nuncio Apostólico quien representa al papa Francisco en nuestro país: monseñor Franco Coppola, además del Arzobispo Emérito, José Luis Chávez Botello y el Obispo auxiliar de la arquidiócesis, don Gonzalo Alonso Calzada Guerrero. Al entrar al atrio, los cohetes se elevaron al cielo para anunciar que había llegado el nuevo pastor, lo esperaban niños con banderines amarillos y blanco, varias jóvenes bailando con una piña al hombro, así como las chinas oaxaqueñas que son típicas bailarinas con coloridos trajes y con sus canastas en la cabeza adornadas con flores, o con figuras como:  estrellas, cruces, lunas, barcas, etcétera; acompañadas por la banda de música.

Dentro del recinto sagrado, monseñor Pedro se arrodilló ante la imagen de la Virgen de la Soledad, patrona de Oaxaca y encomendó su ministerio a la madre de Dios y madre nuestra; momentos después caminó por la calle rumbo a la Catedral, junto con otros Obispos y el pueblo que con júbilo lo recibía entre aplausos y palabras de bienvenida.

Encabezaba la calenda la tradicional marmota, que es una especie de globo donde se anuncia el motivo del desfile, luego los monos de calenda o mojigangas, después la chirimia, la banda de música, las chinas oaxaqueñas y demás bailarinas y bailarines que daban al festejo un toque especial donde se combinaron la gama de colores, la música, las flores, los atuendos y las sonrisas de un pueblo que con esperanza recibe a su Arzobispo.

A las diez de la mañana, las campanas anunciaban que Monseñor Pedro Vázquez llegaba a Catedral donde fue recibido por el Colegio de Consultores, luego pasó a la capilla del Santísimo, momentos más tarde se encaminó hacia el presbiterio para hacer la profesión de fe, el juramento de fidelidad al Papa y tomar posesión de la sede episcopal de Antequera Oaxaca. Allí dirigió unas palabras, entre las que destaco las siguientes: “ Quiero saludar a este pueblo de Dios que se me ha encomendado, quiero trabajar para Él, quiero hacerlo con mucha bondad y misericordia, con entrega generosa , quiero estar cercano a mis fieles pero principalmente a mis sacerdotes, a mis grandes  colaboradores, quiero conocerlos, amarlos, motivarlos, llenarlos de esperanza en su entrega; Dios derrama gracia en mi persona, recibo esa gracia  para que haga fructificar mis acciones, mi ministerio en favor de esta Arquidiócesis. Quiero decirles a mis hermanos sacerdotes que solo con su colaboración, cercanía, docilidad y  entrega, podemos realizar juntos el cumplimiento de esta misión; porque la misión de evangelizar, santificar y guiar a un pueblo nos toca a nosotros, ministros de Dios”.

Al salir de Catedral nos dirigimos hacia el auditorio Guelaguetza donde tuvo lugar la Eucaristía, en la que concelebraron cerca de cincuenta obispos y buen número de presbíteros (aproximadamente 250) que asistieron para acompañar al amigo, al paisano, al pastor.

Al iniciar, se dio lectura a las letras apostólicas donde el papa Francisco nombra a monseñor Pedro Vázquez Villalobos, Arzobispo de Antequera Oaxaca, luego, el nuevo Arzobispo mostró el documento a todos los presentes.

Un ensamble de bandas típicas acompañó al coro que con cantos propios del lugar, dieron un toque muy especial a la celebración; en el ofertorio participaron los danzantes de la pluma y varias personas con sus trajes característicos, llevaron ofrendas en las cuales representaban las ocho regiones del estado: Valles Centrales, Mixteca, Cañada, Papaloapam, Sierra Norte, Istmo, Sierra Sur y Costa.

En la homilía, monseñor Pedro, resaltó entre otras cosas lo siguiente: “Hermanos sacerdotes, aprendamos a ser misericordiosos como nuestro Padre es misericordioso; primero entre nosotros como presbiterio, tengamos misericordia con nuestro pueblo y enseñémosle a vivir con misericordia; sigamos trabajando por la reconciliación y la paz, por el bien de nuestros pueblos para transformar estas realidades de muerte y de pecado. Nuestro pueblo se fija cómo vivimos, qué hacemos, cuál es nuestro testimonio, como vivimos los pastores, así se califica a la iglesia: bien o mal;  nuestro compromiso diario será cambiar para que nuestra iglesia sea más santa. Al pensar en nuestros pueblos, se piensa también en las autoridades, qué hacen y cómo ejercen la autoridad; nuestras autoridades deben actuar con misericordia, nuestro pueblo sufre la pobreza viviendo en una tierra rica; sean buenos administradores de lo que Dios ha puesto en sus manos; la honesta distribución de los bienes hace posible que se viva mejor, cambiemos el rostro triste de los que sufren pobreza y miseria por un rostro alegre de quien tiene trabajo y recursos para vivir dignamente.

Resuena en mis oídos la voz del Señor que me dice: recorre con gozo y alegría los caminos de esta tierra de Antequera Oaxaca y lleva en tus labios el mensaje de salvación. Recuerdo lo que el papa Francisco nos dijo en la catedral de ciudad de México a los Obispos: sean Obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso; ayúdenme con su oración para que así sea, que no me deje llevar por los halagos de este mundo. Que la Santísima Virgen María en su advocación de Nuestra Señora de la Soledad, me enseñe a ser discípulo como Ella, me pongo en las manos de Dios para que en mí y a través de mí, Él realice maravillas, pido a todos, me encomienden hoy y siempre a Dios, para que viva como un verdadero pastor, imitando cada día al Pastor por excelencia: Jesucristo y sirviendo a la iglesia que se me ha confiado.”

Al terminar la Santa Misa, se presentó la tradicional Guelaguetza, mientras nuestros anfitriones, nos ofrecieron a todos los presentes, comida, ya que las parroquias de la ciudad se organizaron para que todos pasáramos un momento agradable disfrutando de los alimentos y de la cultura de ese estado. Agradecemos la generosidad con la cual se nos trató y vivimos en verdad la Guelaguetza, ya que Guelaguetza significa dar y recibir.

Monseñor Pedro: que cada día, lleve el amor de Dios a las ovejas que le han sido confiadas, haciendo vida  lo que plasmó en su escudo episcopal: “Domine, tu scis quia amo te” (Señor, tu sabes que te amo) Dios lo bendiga y guíe sus pasos por los caminos de la verde Antequera.

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