Concluyó la fiesta en honor a Nuestro Padre Jesús del Calvario en el Decanato Lagos.

La celebración solemne de fiesta fue presidida por monseñor Jorge Alberto Cavazos Arizpe, Obispo de la Diócesis de San Juan de los Lagos, quien regresó al Decanato II para contemplar el amor infinito de Dios en el rostro de la feligresía laguense durante el día 6 de agosto.

“Hoy también Dios vuelve a resplandecer ante nosotros. La Eucaristía, la Santa Misa siempre nos refleja, siempre nos manifiesta claramente el sentimiento de amor de Dios, siempre nos habla del Rey de reyes, Jesucristo”, comenzó el señor Obispo.

En procesión solemne y acompañado de presbíteros concelebrantes, Monseñor Cavazos, se manifestó agradecido y feliz por presidir la celebración Eucarística, memorando la importancia de arribar con fe y plena confianza en Dios, el único que es capaz de transformarlo todo, de blanquear nuestro interior.

“Creemos en Él como el Salvador del Mundo, el Mesías, el Rey de reyes, el Amor de nuestros amores; creemos en Él, que es Dios con nosotros. Dios con nosotros, qué maravilla. Dios que se acerca a nuestra vida, Dios que se acerca a nuestros caminos, Dios que se acerca así, humilde, lleno de sangre, maltratado por el mal del mundo, por tus pecados y los míos; pero así se acerca, no para condenarnos sino para darnos el abrazo de su salvación, para darnos el amor de Dios, que nadie ni nada nos puede dar”, explicó Monseñor Cavazos.

Monseñor Jorge Alberto explicó detalladamente la importancia de reconocer la presencia de Dios en nuestras vidas y no solamente sentirlo a momentos e incluso al dejarnos engañar por falsos dioses que prometen libertad, seducción o ambición.

“Donde está Dios se experimenta la paz, donde está Dios se experimenta la hermandad, donde está Dios se experimenta esa alegría que nada ni nadie nos puede dar, donde está Dios se experimenta una fuerza muy especial para nuestra vida que nunca debemos dejar”, detalló el VI Obispo diocesano.

Su predica concluyó invitando a la feligresía a no separarse nunca de Jesús, a sentirse plenamente a gusto con el Hijo de Dios, quien cumple fielmente la voluntad del Padre y quien hará por nosotros todo, incluso dar su vida como fiel testimonio de la verdad, para que nadie, sin excepción, pierda la paz, ni la eternidad.