Aunque las afirmaciones de AMLO sobre su proyecto de la educación mexicana, más parezca promesa de campaña, tomo el mandato quinto de su decálogo: “Elaborar conjuntamente con los maestros, padres de familia, pedagogos y especialistas, un plan educativo que mejore de verdad la calidad de la enseñanza”.

La corresponsabilidad es un buen principio para el plan educativo mexicano. Pero muy importante será saber de qué forma participará cada uno de los cuatro convocados, frente al monopolio que, desde muchos hace, tiene el gobierno mexicano en turno.

¿Realmente tienen los padres de familia el derecho de ser los primeros y directos responsables de la educación de sus hijos?, ¿el Estado Mexicano qué derecho tiene sobre la educación de los que no son sus hijos, pero sí son sus destinatarios de este necesario servicio de la educación?

Porfirio Díaz intentó una educación positivista, respetando la educación moral y casi omitiendo la educación física. Los gobernantes liberales, a la luz de las Constituciones de 1857 y 1917, le añadieron su desprecio a toda religión y emprendieron una descristianización católica en las aulas. Prohibieron a Dios y a la Iglesia Católica. Lázaro Cárdenas se le ocurrió una educación comunista que poco prosperó. Y hoy, ¿qué clase de educación ha sido y será?

AMLO ha dicho que, “El pueblo mexicano tiene derecho a la educación.” Pero, ¿a cuál educación se refiere?, ¿la que el Estado quiere o la que los padres de familia quieren?

Nuestra educación mexicana es: Bueno, que sea laica. Malo, que sea antirreligiosa. Bueno, que no tenga una sola confesión religiosa. Malo, que no tenga espacio ni cabida para las diversas confesiones. Bueno, que sea rica en conocimientos de las ciencias exactas. Malo, que sea amoral y poco cívica. Bueno, que sea gratuita. Malo, que no haya control de calidad, pues, ninguno reprueba.

Sin embargo… qué importante es la educación. El Papa Benedicto XVI, dice: “La educación es la verdadera condición para el progreso, la paz y la exclusión de la violencia”.