A la hora correcta del día podemos ver lo inimaginable, pensar en lo mejor, sentir que todo a nuestro alrededor es cercano y persistente. Esta pintura de Dalí nos recuerda la gran capacidad del ser humano de ver el tiempo y la memoria. ¿Pero qué hay en esta peculiar idea sobre el deliberado derretimiento del tiempo? ¿Es acaso una descripción de nuestra memoria?

La memoria del ser humano guarda un mensaje más profundo que solo ser un almacén de datos que le lleven a recordar cosas, detalles, es quien nos hace darnos cuenta del tiempo que pasa a nuestro alrededor. De lo valioso y atenta que debe de estar nuestra memoria en el tiempo. No por nada esta pintura me recuerda lo rápido que pasa el tiempo, lo fácil que es derretirse la vida y lo vaga que puede resultar nuestra memoria.

Enterados de esto mucho nos vale la frase de: “El tiempo perdido, los santos lo lloran”. No es un activismo voraz, es una preocupación legítima por recordarnos que el tiempo se esfuma poco a poco en nuestras manos. El tiempo, el valioso tiempo, no es otra cosa más que la forma de santificarnos. ¿Cuál es el mensaje de la memoria? Nos hace ser humanos, nos hace recordar nuestra misión en la tierra.

La persistencia de la memoria es lo que nos ata a esta humanidad, en el fondo a nuestra llamada a la santidad. Sé que hay muchas interpretaciones fantásticas de este cuadro, en verdad fascinantes, pero cada que observo este cuadro me interno en el mismo ambiente cálido, derretidor de mi propia memoria y tiempo, me siento cera, blando, delicado. Y eso me recuerda que el tiempo, la memoria y la santidad no están desconectados, tienen la misma experiencia crucial que los conecta a cada uno; la humanidad. La verdadera humanidad, la que nos llama a ser cera que derrita  nuestro tiempo, nuestra memoria, nuestras fuerzas en cada segundo de persistencia de la memoria.