Ante cierta nostalgia por escribir esta pequeña reflexión quisiera interpretar un sentido de la obra un tanto subjetivo, pero que en el fondo es una experiencia única e inquietante sobre la vida humana. El Jardín de las delicias es una obra que en lo personal no me agrada la interpretación o el mensaje de la misma, pero que me ha dejado reflexionando en la importancia de entender nuestra humanidad débil.

La grandeza de esta pieza tríptica del Greco está más en el fondo de la composición de sus colores o de la fineza del estilo tan personal de su pintura, nos permite apreciar el paraíso, la tentación, las diferentes formas moralizantes en las figuras, la perspectiva integral de la vida. Pero, cómo ver esta figura tan retórica y en cierto modo clásica nos puede ayudar.

El Greco logró reflejar la condición humana entre la aberrante necesidad de las delicias, muy obtusas y contrapunteadas a veces con nuestra propia necesidad humana, y el sentido de entender un poco el gran camino que va desde la interioridad del ser humano y el distante flujo en el exterior. En el Jardín de las delicias podemos entender el abismo falso en el que el ser humano ha caído por causa de esa necesidad no resuelta, una humanidad mal entendida, un falso placer de vivir y de desvivirse por algo que no vale la pena.

He aquí, pues, la reflexión de hoy, ¿hasta dónde el ser humano puede abstenerse de pequeños placeres de la vida cotidiana por buscar uno mayor? El Jardín de las delicias es ese lamentable punto en el que nos encontramos muchas veces en la actual sociedad, y no trato de moralizar exageradamente algo, no, me refiero a la poca capacidad de resiliencia que tenemos como sociedad ante el peligro de haber concedido el paso tan continuo y desesperado a esta parte del cuadro de nuestra vida, ¿acaso nos hemos olvidado de que somos para vivir en el Jardín Eterno?