OREMOS POR NUESTRA PATRIA MEXICANA

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México nació en la cuna del Tepeyac y tuvo por Madre, a “la Madre del verdadero Dios por quien se vive.” Hizo de dos razas -americanos y europeos- el nuevo pueblo mestizo, la raza de bronce.

México nació entre luchas fratricidas y continuas, que aún no han cesado debido a la búsqueda del poder para acumular dinero. Hoy, entre los poderosos y los maleantes, se disputan las grandes riquezas “a sangre y a fuego.” Y para conseguirlo son capaces de sangrar y de matar a nuestro pueblo.

Los más maltratados siguen siendo los pobres, por más que Nuestra Santa Madre de Guadalupe haya escogido de mensajero al pobre indio Juan Diego. Hoy sigue siendo un México de Pobres. Siempre dominados, explotados y manipulados por el Poder reinante civil y fáctico.

La lucha de la Independencia no fue, pues, el comienzo del México de hoy. Los tres siglos de la colonia española dejaron el rico humanismo cristiano imborrable en nuestras almas y compitiendo estos monumentos de la fe cristiana con aquellos americanos de la fe indígena. 

La lucha de la Independencia inició en el siglo XIX y ahora en el siglo XXI está en construcción y en transformación. Como cristianos y mexicanos debemos orar y trabajar en construir el México mejor que deseamos. Debemos aprender a no ser enemigos los hermanos. Las guerras destruyen siempre lo bueno y generan muerte y mayor pobreza. No queremos, pues, ser un Pueblo en pleito de unos contra otros, a causa de los Partidos Políticos en su lucha por el poder. No debemos corrompernos y volvernos delincuentes a causa del dinero. Frente a un mundo capitalista y materialista debemos tener un corazón capaz de amar a los demás como a nosotros mismos.

La transformación que deseamos los mexicanos no la lograremos si no nos convertimos de corazón hasta ver en cada persona a Dios. Somos verdadera imagen y semejanza de Él. Amén.