El arte de «recomenzar»…

Hoy la liturgia nos propone la parábola de los dos hijos enviados por el padre a trabajar en su viña… De estos dos hijos, cuando su padre les pide que vayan a la viña, el primero responde: no, pero luego va y el segundo responde: sí, pero luego no va. Comencemos por descubrir una gran diferencia entre el primer hijo, que es «perezoso», y el segundo, que es «hipócrita»… Con esta parábola, Jesús pone dos opciones ante nosotros, que –como bien lo sabemos– no siempre estamos dispuestos a decir sí con las palabras y las obras, porque somos pecadores. Pero podemos elegir entre ser pecadores en camino, que siguen escuchando al Señor y cuando caen se arrepienten y se levantan, como el primer hijo. O podemos contentarnos con ser pecadores “sentados”, listos para justificarse siempre, con palabras inconsistentes, según sus pretextos interminables.

Jesús dirige esta parábola a algunos jefes religiosos de aquel tiempo, que se parecían al hijo de la “doble vida”, mientras que la gente común normalmente se comportaba como el otro hijo. Estos jefes sabían y explicaban todo como verdaderos intelectuales de la religión, pero no tenían la humildad de escuchar, el coraje de interrogarse, ni la fuerza de arrepentirse. Jesús es muy severo con ellos y les dice que incluso los «publicanos» y las «mujeres de la mala vida» les precederán en el Reino de Dios… Es este un reproche muy fuerte contra quienes no estaban equivocados en el concepto, sino en el modo de vivir y pensar delante de Dios. Eran custodios inflexibles de las tradiciones humanas, pero eran al mismo tiempo incapaces de comprender que la vida según Dios es en «camino» que requiere la humildad de abrirse, de arrepentirse y de recomenzar.

¿Qué nos dice esto hoy a nosotros? Que no hay una vida cristiana en la cual baste con cumplir algunas normas para tranquilizar la conciencia. La palabra clave es «arrepentirse»: esto es lo que permite transformar un «no» a Dios en un «sí», y el «sí» al pecado en un «no» por amor al Señor… En definitiva, en el camino de cada uno hay dos sendas: ser pecadores arrepentidos o ser pecadores hipócritas. Pero lo que cuenta no son los razonamientos que justifican e intentan salvar las apariencias, sino un corazón que avanza con el Señor, que lucha cada día, que se arrepiente y que regresa a Él.

[Sintetizado de: Papa Francisco, Homilía, 1°-X-2017].