¡Aleluya! ¡Ha resucitado!

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Fotografía: Especiales

Lucharon Vida y muerte en singular batalla, y muerto El que es la vida, triunfante se levanta.
¿Qué has visto en el camino, María en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba abandonada.
Los ángeles testigos, sudarios y mortaja ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!

Hay un canto que se utilizaba en la catequesis infantil para aprender los Diez Mandamientos, y en referencia al tercer mandamiento dice: “si en tu casa rezas mucho y el Domingo no vas a misa, haces como el que se casa de corbata y sin camisa”. Desde luego que es bueno rezar, pero esto no es pretexto para dejar la Misa.

Parafraseando este canto podría decirse que “si participas en las celebraciones de piedad popular de Semana Santa, pero dejas la celebración de la Pascua, ¡algo muy importante falta!”

La Cuaresma, con sus cuarenta días de preparación, no tendría ningún sentido sin la Pascua, porque ¿a qué o para qué prepara la Cuaresma? ¿A caso no es a la celebración de la Pascua?
Es absurdo preparar tanto una fiesta para terminar dejando todo en “la preparación”.

Hay algunas devociones populares de Semana Santa cargadas con alto contenido de dramatismo, como la Visita de los Siete Altares, la Visita al Divino Preso, el Viacrucis, las Siete Palabras, el Rosario del Pésame o la Marcha del Silencio; quizá son los diversos signos, las actuaciones de los personajes o las mismas imágenes las que invitan al recogimiento y dan paso a un verdadero tiempo de meditación profunda y encuentro con el Dios que sufre, tanto como cada uno sufre cada día…

Tal vez sea por ese sufrimiento cotidiano, de inseguridad, violencia, traición, falta de oportunidades… que las familias se sienten más identificadas con un Cristo sufriente que con un Cristo Resucitado.

Tal vez ha faltado proclamar con mayor ahínco la resurrección. La Pascua no aparece como un tiempo fuerte de evangelización en muchas parroquias, más bien aparece como el tiempo en que los pastores toman vacaciones (¡Claro, después de las fatigas apostólicas de la Cuaresma!).

Tal vez ocurra que, como al Discípulo Amado y a Pedro, la mirada de la tumba abandonada, con los sudarios y la mortaja, deje el alma perpleja y falte la fe para creer que ¡De veras ha resucitado!

Sin duda que celebrar la Pascua es el gran gozo del cristiano, porque, como dice el apóstol “Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe” (1 Cor 15,14). Ojalá que en los próximos días de Pascua no se pierda la intensidad de la fe y la devoción que se manifestó durante la Semana Santa.

¡Feliz Pascua de Resurrección!