Al celebrar en nuestra liturgia la Santísima Trinidad, iniciaremos un breve estudio durante algunas semanas entorno al credo que rezamos cada domingo en nuestra Eucaristía.

Alrededor de 320, en Alejandría, la capital cultural del imperio, el sacerdote Arrio (260? -336), originario de Libia, comenzó a difundir su propia forma de concebir la trascendencia absoluta de Dios y la relación entre el Padre y el Hijo en la Trinidad. Su firme opositor fue Alejandro, obispo de Alejandría.

Las tesis arrianas y antiarrianas se pueden resumir así:

Arrio Alejandro obispo de Alejandría
√ El Verbo no coexiste con el Padre desde la eternidad.

√ El Verbo ha sido creado de la nada.

√ El Verbo no es hijo natural y apropiado del Padre.

√ La naturaleza del Hijo no procede de aquella del Padre.

√ El Verbo comenzó a existir por un acto de la voluntad del Padre.

√ El Verbo por naturaleza está sujeto a cambio, física y moralmente.

√ El Verbo coexiste con el Padre desde el principio.

√ El Verbo no fue creado, es él quien creó todo.

√ El Verbo es hijo, no por adopción, sino por la naturaleza.

√ El Hijo posee una naturaleza igual a la del Padre.

√ El Verbo existe por la comunicación de la esencia del Padre.

√ El Verbo en su naturaleza divina no está sujeto al cambio ni al sufrimiento.

Arrio para apoyar sus tesis, recurre a pasajes bíblicos del Antiguo y Nuevo Testamento, que utilizan expresiones como “hacer”, “crear”, “generar” (Pr 8,22; Col 1,15; Hch 2:36; Heb 1,4; 3,1), que hablan de los hombres como “hijos de Dios” (1 Cor 8,6; Jn 1,12; Dt 14,1; Is 1,2), que consideran el Hijo “inferior” al Padre (Jn 14,28; 17,3) o “sujeto a la ignorancia y las pasiones humanas “(Mc 13,32; Jn 11,33.39).

La convocatoria del primer concilio ecuménico en Nicea (325) [1]:

Para resolver esta controversia, pero sobre todo para traer la paz entre los obispos del imperio, el emperador Constantino el Grande en el año 325 convocó el primer concilio ecuménico en Nicea, un pueblo cerca Nicomedia, la capital oriental del imperio y la residencia del emperador. Esto dio paso a una nueva institución eclesial.

Su objetivo era apaciguar las mentes de los litigantes, sobre todo de Arrio, su obispo Alejandro y sus respectivos partidarios, consolidando de esta manera, a través de la unidad doctrinal, la comunión eclesial. La paz de la iglesia representaba al emperador la premisa indispensable para la prosperidad del imperio.

Creemos en un solo Dios (eis ena Theón Patéra), Padre omnipotente (Pantokrátora), creador de todas las cosas visibles e invisibles (pántwn orátwn te kai aorátwn poietén)[2]. Y en un solo Señor[3], Jesucristo, el Hijo de Dios (kai eis éna Kyrion Iesoûn Xristón, tón hyión tou Theoû), nacido (gennethénta) unigénito (monogenê) del Padre (ex tou Patrós) [4], es decir (toutéstin), de la sustancia del Padre (ex tes ousías toû Patrós), Dios de Dios (Theón ek Theoû), luz de luz (fŵs ek fwtós), Dios verdadero de Dios verdadero (Theón alethinón ek Theoû alethinoû)[5], engendrado, no hecho (gennethénta ou poiethénta), consustancial (homooúsion) al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, el cual por nosotros los hombres y por nuestra salvación (di hemâs tous anthrŵpous kai dia tén hemetéra swterían) descendió (kat’elthónta) y se encarnó (sarkwthénta), se hizo hombre (enanthrwpésanta), padeció, y resucitó al tercer día (pathónta kai anastánta te tríte heméra), [y] subió a los cielos (anelthónta eis tous ouranous), y viene a juzgar a los vivos y a los muertos (erjómenon crínai zóntas kai nekroús), y en el Espíritu Santo (eis to agion pneuma).

Los que en cambio, dicen: «Hubo un tiempo en que no fue (hên pote hóte oúk hên)», y: «Antes de ser engendrado, no era (éx oúk óntwn)» y que fue hecho de la nada, o dicen que el Hijo de Dios es de otra hipóstasis o sustancia (éx hetéras hypostásews he ousía) o creado [-¡], o cambiable o mudable, los anatematiza la Iglesia católica.

No hay actas del Concilio. Por ello, debemos buscar fuentes contemporáneas o cercanas al Concilio para llegar a una cierta comprensión del Concilio y su fórmula de fe. Hay quien dice que la confesión de Nicea tiene como base un símbolo bautismal de la Iglesia de Cesarea (Eusebio). Hay quien rechaza esta opinión y ve en la base del Símbolo un símbolo siriano, acaso de la Iglesia de Jerusalén. Vamos al texto mismo.

En su división, es una fórmula binaria. Más precisamente, una fórmula binaria en la cual, después de la persona de Jesús viene insertado un añadido cristológico. Fórmula binaria que casi artificialmente se vuelve ternaria porque al final se añade el “en el Espíritu Santo”. El añadido cristológico está claramente dividido en dos partes: Cristo como Dios, en su relación con el Padre, y Cristo como hombre, en su actividad por nosotros, en relación con los hombres.

Esta es la estructura:

La primera parte: Un Dios Padre. Eis ena Theón Patéra.

Segunda parte: Vamos a la tercera línea: Kai eis éna Kyrion Iesoûn Xristón, tón hyión tou Theoû (y un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios).

Tercera parte: eis to agion pneuma (creemos… en el Espíritu Santo).

[1] El problema de fondo: ¿Cómo se concilia la divinidad de Cristo con la unicidad del Dios del AT y del NT? ¿Cómo se concilian en Cristo la divinidad y humanidad, ambas íntegras y completas? Las dos preguntas buscaron respuesta durante el siglo III y parte del IV. Se sentía la exigencia de explicar la relación entre Cristo y Dios en el ámbito de una única divinidad.

[2] Base de la fe arriana y ortodoxa: es Padre, omnipotente y creador.

[3] El título Kyrios (Señor) del NT originalmente es divino, llamarle Kyrios (Señor) expresa la idea de divinidad del Hijo, no dice nada de la cualidad, hasta aquí Ario podría estar de acuerdo.

[4] El Hijo es “unigénito” y “engendrado”. Si se aplica también al Padre el calificativo de agénetos (no engendrado o ingénito), puede significar tanto “increado” como “ingénito”.

[5] Afirmaciones de igualdad, de ousía (sustancia), expresada en las varias formas.