El servicio y el creer en Dios, queridos hermanos y hermanas: El encuentro de María con Isabel tiene dos momentos muy importantes: El servicio y el creer y confiar en Dios. Si tuviésemos que escribir la mejor historia de entrega y confianza, seguramente escogeríamos como protagonista a la Virgen María. Y si tuviésemos que escribir una historia sobre la persona más servicial, el mejor discípulo que Jesús tuvo, la protagonista sería igualmente la Virgen María.

En este cuarto domingo de Adviento se presenta a la Virgen María como la mujer más servicial y aquella que cree y confían más en Dios. Ella es la mejor discípula de Dios. Porque si es cierto que el mejor discípulo es aquel que transmite lo que lleva dentro casi sin necesidad de hablar, ese discípulo es entonces María. Nosotros también deberíamos ser como María. Deberíamos ser espejos que, sin hablar, muestren todo lo bueno que nos trae Dios en estos días que se acercan.

Que cada uno de nosotros seamos como ese espejo de Dios. Que cuando las personas nos miren vean en nosotros la paz de Dios; que cuando las personas nos miren vean en nosotros el amor de Dios; que cuando las personas se encuentren con nosotros puedan descubrir la comprensión, el gozo, la alegría y la vida nueva que viene de Dios.

Vivir en adviento será por tanto limpiar nuestra vida, limpiar nuestro espejo, para que no esté sucio y refleje a aquel que quiere nacer en cada uno de nosotros. Miren, en una ocasión leí la historia de dos soldados heridos en la guerra, uno ciego y el otro cojo: el ciego cargó con el cojo y el cojo guiaba al ciego. Se ayudaron los dos mutuamente y salieron andando. Esto quiere decir que es necesario que los hombres nos necesitemos unos a otros y así practiquemos la caridad.

Los seres humanos somos diferentes para que nos ayudemos unos a otros. Navidad es tiempo de ayudarnos, cada cual con sus propias cualidades, talentos y dones que Dios no dio, que sepa ponerlos al servicio de los demás y ayudar al que lo necesita.

Queridos hermanos y hermanas: A un día de celebrar la Navidad, el Evangelio de hoy nos presenta la Visitación de la Virgen María a su prima Santa Isabel. Es la escena que contemplamos en el segundo misterio Gozoso del Rosario, que se reza todos los lunes y los jueves.

María se puso en camino y fue aprisa a la montaña de Judea. María, conocedora de la situación de Isabel se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá. Sale de su tranquilidad y presurosa, va a ayudar a su prima. Este anuncio que poco antes le había hecho el ángel, no dejó a María aislada con sus problemas. El ángel le habló de su prima Isabel, ya anciana, y María va a compartir con ella su alegría y su secreto, va a servirla y ayudarla en sus necesidades. Ella también tiene problemas como nosotros, sin embargo es capaz de ver lo que necesita el otro.

Es importante salir al encuentro de los demás, salir de nosotros mismos, aún con nuestros problemas, para asistir al que necesite de nosotros. Tener compasión y misericordia de los que nos rodean. María es la mujer que se distingue por ser servicial, atenta a las necesidades de los que le rodean, y cada uno de nosotros debemos esforzarnos por ser serviciales y ayudar al que lo necesite. Como dijo la Madre Teresa de Calcuta, monja católica de origen albanés naturalizada india: Si no se vive para los demás, la vida carece de sentido.

El que un papá sea servicial o una mamá lo sea, se constituyen en un ejemplo claro y elocuente para su familia, si papá y mamá nos sirven con mayor razón los hijos. María es servicial porque lleva en su seno al Salvador y nosotros lo seremos cuando en nuestra vida reine Dios. Servir a todas las personas sin distinción alguna, esa es nuestra misión y la responsabilidad que se nos confía. Servir a cada uno de nuestros familiares, abrir los ojos y descubrir cuáles son sus necesidades reales y las urgencias que los agobian.

Esta escena de Isabel y María nos alienta a pedir al Señor que estemos siempre atentos a reconocer su presencia y a saber reconocer sus signos, sobre todo en los que necesitan de nosotros. Pues como dijo la Madre Teresa de Calcuta: No des solo lo superfluo, da tu corazón. Además, este pasaje del Evangelio con la alabanza de Isabel a María: ¡Dichosa tú por haber creído que se cumplirían las promesas del Señor! Nos invita a creer y confiar plenamente en el Señor, María creyó. Y cada uno estamos llamados a creer y confiar en Dios.

No olvidemos que esa fue la grandeza y el fundamento de la felicidad de la Virgen María: su fe. Así se convierte María en maestra de la fe, aceptando cuanto se le anuncia de parte de Dios, aunque ella no se pudiera explicar el modo cómo se realizaría aquel plan. María por su sí, hizo que la obra de Dios, su plan, fuera una realidad para nosotros. Yo descubro como dijo el poeta y dramaturgo alemán Friedrich Hebbel: Hay mucha gente que no cree en nada, pero le tiene miedo a todo.

Pidamos hoy al Señor que nos regale una fe como la de la Virgen María, para que como ella, aprendamos a aceptar el plan que Dios tiene para cada uno de nosotros. Estas palabras nos centran en lo esencial de nuestra preparación de la Navidad: tiempo de creer, de intensificar nuestra fe en Jesús, en Dios Salvador. Confiar que para Dios todo es posible. Dios no nos va a defraudar. Pues como dijo Robert Bolt, escritor y guionista británico: Una creencia no es solamente una idea que la mente posee, es una idea que posee a la mente.

Termino este mensaje dominical diciéndoles que no olvidemos que la fe en el niño que nace en Belén lleva a la esperanza. Pues como dice el Papa San Juan Pablo II en su encíclica Redemptoris Mater: “Bendita la que ha creído que se cumplirán todas las cosas que fueron anunciadas de parte de Dios”, pues la vida cristiana no consiste solamente en un comportamiento filantrópico o ético, sino que la vida cristiana es una bendición de Dios que brota de la acogida de aquel que nace en nuestro corazón.

Por ello San Francisco de Asís te recuerda que cuando abandones esta tierra, no podrás llevar contigo nada de lo que has recibido, solamente lo que has dado. El presente domingo nos pone ya en la antesala del misterio del nacimiento del Salvador. Al respecto el Papa Emérito Benedicto XVI nos dice: La conciencia de la próxima venida del Señor, debería ayudarnos a ver el mundo con ojos distintos, a interpretar los distintos acontecimientos de la vida, de la historia y su dificultades como palabras que Dios nos dirige, como signos de su amor que nos aseguran su cercanía en cada situación. Así sea.