“Un amigo fiel es apoyo seguro, el que lo encuentra, encuentra un tesoro. Un amigo fiel no tiene precio, es incalculable su valor. Un amigo fiel es medicina para la vida” (Eclo 6, 14-15).

El 14 de febrero, es un día en que en varios lugares del mundo se festeja el día del amor y la amistad, pero que por desgracia la publicidad aprovecha para vender sus productos y hacer fantasías de ello, sin considerar la belleza del amor y de la amistad.

Te presentamos una reflexión, para motivar a vivir este día con un sentido más cristiano. 

¿Qué hombre o mujer no ha hecho en su vida la experiencia de la amistad? La amistad es una experiencia humana hermosa, enriquecedora, humanizante y digna. Si Cristo fue verdadero hombre, ¿acaso se quiso privar en su vida de esta noble experiencia?

¿Qué es la amistad?

El mundo en que vivimos ya no hay tiempo para vivir la amistad. Hemos avanzado tanto en los medios digitales, vivimos tan deprisa y tan ocupados, que, al fin, nos olvidamos que la relación con las personas, es lo más importante. El ruido y la velocidad se están comiendo el  diálogo entre los humanos y cada vez tenemos más conocidos y menos amigos.

  • El filósofo griego Sócrates aseguraba que prefería un amigo a todos los tesoros del rey Darío.
  • Para el poeta latino Horacio, un amigo era la mitad de su alma.
  • San Agustín no vacilaba en afirmar que lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana, tan llena de trabajos y errores, es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros, los verdaderos amigos.
  • El ensayista español Ortega y Gasset escribía que una amistad delicadamente cincelada, cuidada como se cuida una obra de arte, es la cima del universo.
  • Y el propio Cristo, expresó su cariño a sus apóstoles, al decirles: “Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Desde ahora los llamaré amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre” (Jn 15, 14-15).

Pero la amistad, al mismo tiempo que importante y maravillosa, es algo difícil, rara y delicada. Difícil, porque no es una moneda que se encuentra por la calle y hay que buscarla tan apasionadamente como un tesoro. Rara porque no abunda: se pueden tener muchos compañeros, colegas, pero nunca pueden ser muchos los amigos. Y delicada porque precisa de determinados ambientes para nacer, especiales cuidados para ser cultivada, atenciones para que crezca y perdure.

¿La amistad es una simple simpatía, compañerismo, camaradería?

La amistad es una de las más altas facetas del amor. La amistad es querer y procurar el bien del amigo, por el amigo mismo.

Por tanto, en la amistad el uno y el otro dan lo que tienen, lo que hacen y, sobre todo, lo que son. Esto supone la renuncia a dos egoísmos y la suma de dos generosidades. Supone, además, un doble respeto a la libertad del otro. La amistad verdadera consiste en dejar que el amigo sea lo que él es y quiere ser, ayudándole delicadamente a que sea lo que debe ser.

¿Qué se experimenta cuando se pierde a un amigo?

Dejemos que san Agustín nos cuente su experiencia, cuando murió su amigo íntimo: Suspiraba, lloraba, me conturbaba y no hallaba descanso ni consejo. Llevaba yo el alma rota y ensangrentada, como rebelándose de ir dentro de mí, y no hallaba dónde ponerla. Ni en los bosques amenos, ni en los juegos y los cantos, ni en los lugares aromáticos, ni en los banquetes espléndidos, ni en los deleites del lecho y del hogar, ni siquiera en los libros y en los versos descansaba yo. Todo me causaba horror, hasta la misma luz; y todo cuanto no era lo que él era. En la soledad, en el gemir y en el llorar, encontraba algún descanso, me parecía insoportable y odioso.

Jesús también tuvo sus amigos

Es verdad que Jesús ama a todos por igual y su amor por todos los hombres no es un amor de sentimiento pasajero ni de expresiones exteriores tiernas y afectadas. Su amor es de caridad, que encierra estas características ricas y valiosas:

  • Se dirige hacia los demás con un corazón abierto, va al encuentro de todos los que ama (cfr. Mt 11, 28).
  • Cura, consuela, perdona, da de comer, procura hacer descansar a sus íntimos. Se compadece de quien está necesitado (cfr. Mt 9, 36).
  • No discute con sus amigos; los corrige, pero no reclama con palabras hirientes (cfr. Mt 20, 20-28).
  • Se alegra con ellos en sus momentos felices (cfr. Lc 10, 21).
  • Rechaza sus intenciones desviadas (cfr.  Mt 16, 23).
  • Invita a sus amigos en momentos importantes y difíciles de su vida (cfr. Mt 17, 1-9).
  • Los ama sobrenaturalmente y se  los manifiesta, no por sus cualidades humanas (cfr. Jn 13, 14)

¿Ha habido hombre alguno en la tierra que haya amado a los hombres como Jesús lo ha hecho?

Jesús ama a todos los hombres, y los considera como amigos. Pero también es verdad que tuvo amigos especiales.

Tiene una especial relación con Juan, el discípulo amado. En esta amistad descubrimos que Jesús compartió con alguien, en modo especial, sus experiencias interiores y reservadas.

También tuvo especial relación con tres apóstoles: Pedro, Santiago y Juan. En esta amistad descubrimos que busca la compañía, para compartir momentos especiales, sean felices, como en la transfiguración, o tristes, como en Getsemaní.

¿Quién no recuerda la especial relación con los tres hermanos de Betania, Lázaro, Marta y María?  En ellos descubrimos la amistad de Jesús que corresponde con la misma medida que se le ofrece. Amistad agradecida. Betania era uno de esos rincones donde Jesús descansaba y donde abría su corazón de amigo. Allí, Cristo tenía siempre la puerta abierta, tenía la llave de entrada; se sentía a gusto entre gente querida y que le estimaba.

Tuvo amigos en todas las clases sociales y en todas las profesiones. Desde personas de gran prestigio social, como Nicodemo o José de Arimatea, hasta mendigos, como Bartimeo. En la mayor parte de las ciudades y aldeas encontraba gentes que le querían y que se sentían correspondidas por el Maestro; amigos que no siempre el Evangelio menciona por sus nombres, pero cuya existencia se deja entrever.

¿De qué serviría la prosperidad, si uno no la comparte con los amigos?

¿Cómo se soportaría una desgracia y una prueba sin alguien que estuviera a nuestro lado y que sufra y comparta con nosotros esta adversidad?

¿A quién hablar de los anhelos del corazón, si no es al amigo que sintoniza en todo con nosotros?

“Ciertamente consuela mucho en esta vida tener un amigo a quien abrir el corazón, desvelar la propia intimidad y manifestar las penas del alma; alivia mucho tener un amigo fiel que se alegre contigo en la prosperidad, comparta tu dolor en la adversidad y te sostenga en los momentos difíciles” (San Ambrosio, Sobre los oficios de los ministros, 3, 134).

Y tú ¿Te consideras un amigo/a de Jesús?

¿Te experimentas muy amado de Jesús?

Jesús es el fiel en la amistad

Jesucristo es fiel a la amistad porque nos ha llamado a vivirla. Nos ha elegido por esto, para ser sus amigos: “En adelante ya no los llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora los llamaré amigos” (Juan 15, 15). Y esta palabra la conserva hasta el final. Recordemos cuál es la última palabra que Jesús dirige a Judas, precisamente en el momento de la traición. Y la respuesta es sorprendente: “Judas, amigo”. Cuando precisamente Judas iba a entregarlo, Él le dice “amigo”, le recuerda esto. Porque Él es fiel. El Señor no dice: Vete porque tú te has alejado de mí. Vete. ¡No! Él hasta el final es fiel a este don que nos ha dado a todos: el don de la amistad.

Jesús «es el fiel en la amistad». Y nosotros debemos pedirle esta gracia de permanecer en su amor, permanecer en su amistad, esa amistad que nosotros hemos recibido como don en suerte con él.

Te invitamos a que este día del amor y la amistad, hagas la diferencia y no permitas que te atrape el consumismo y que en este día, regales amor y no cosas. El amor es gratuito, no tiene un precio. Si por algún motivo das algún regalo, que sea expresión de un auténtico cariño, gratitud y atención hacia la persona que amas y consideras tu amigo/a.

¡Felicidades!