XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

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El mundo nuevo, ya está en marcha; la llegada del Reino exige decisiones…

Por eso el Señor nos exhorta a ser misericordiosos, rectos, sinceros.

Las bienaventuranzas son camino a la eterna bienaventuranza.

Jesús promulga en un cerro, su Ley, ̈el programa del Reino ̈Esta ley de Jesús, ̈ la nueva ley ̈ no es un mandato de obligaciones, sino una invitación, un llamado libre. Es la invitación a seguirlo, a ser como él. Y esta invitación, no es sólo para sus discípulos, es también para la muchedumbre, en la que estamos representados todos nosotros.

Las Bienaventuranzas, son las puertas de entrada en el reino de Dios, las leyes del nuevo pueblo de Cristo. Y en nuestro mundo, que es tan contrario a estas leyes, necesitamos la luz y la fuerza del Espíritu Santo, para comprenderlas y asimilarlas.

Dice Jesús: felices los que eligen ser pobres; felices los que sufren; felices los sometidos; felices los no violentos; felices los que tienen hambre y sed de justicia, del bien.

Las bienaventuranzas son una invitación a seguir el camino de Jesús. Son un llamado para todos los cristianos. El mundo catalogaría las bienaventuranzas como las siete locuras de Cristo, pero para el cristiano son siete fuentes de alegría.

El primer fruto de las Bienaventuranzas es el comenzar ya a adivinar en esta tierra la presencia del Dios vivo, el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas. Muchos no cristianos, como Ghandi, entendieron que ése es el camino para la verdadera liberación.

Hay muchos cristianos que viven hoy las Bienaventuranzas, que son pobres de espíritu, que comparten con el necesitado, que tienen una vida luminosa y transparente, que son solidarios con los oprimidos, que entregan su vida por el reino de Dios y su justicia. Hoy cabría preguntarnos, si nosotros vivimos las bienaventuranzas o si pensamos que son para otros. María, nuestra Madre, las vivió plenamente, y su canto el Magnificat es la mejor expresión de que así fue. Y muchos cristianos, las vivieron y no se equivocaron.

Decidámonos hoy a hacer vida las bienaventuranzas, con la seguridad de que sus frutos los recibiremos ya aquí en la tierra, buscando el Reino de Dios y su justicia.