XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

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La parábola de la misa de hoy nos muestra que Jesús se sirve de las cosas pequeñas para actuar en el mundo y en las almas de los hombres. El Señor eligió a unos pocos hombres para instaurar su reinado en el mundo. Los apóstoles eran en su mayoría, humildes pescadores con escasa cultura, llenos de defectos y sin medios materiales. Desde el punto de vista humano es incomprensible que estos hombres llegaran a difundir la doctrina de Cristo por toda la tierra en tan corto tiempo.

San Juan Crisóstomo dice que con la parábola del grano de mostaza, Jesús mueve a sus apóstoles a la fe y les hace ver que la predicación del Evangelio se propagará a pesar de todo.

Somos también nosotros, como granos de mostaza frente a la tarea que nos encomienda el Señor en medio del mundo. No debemos olvidar la desproporción entre los medios a nuestro alcance y nuestros escasos talentos, frente a la magnitud del apostolado que vamos a realizar; pero tampoco debemos dejar de tener presente que tendremos siempre la ayuda del Señor. Si confiamos en la ayuda de la gracia sin perder de vista nuestras limitaciones, nos mantendremos siempre firmes y fieles a lo que el Señor espera de cada uno de nosotros. Con el Señor lo podemos todo. No nos deben desanimar los obstáculos del medio que nos rodea. El Señor cuenta con nosotros para transformar el lugar donde se desenvuelve nuestro vivir cotidiano. No dejemos de llevar a cabo aquello que está en nuestras manos, aunque nos parezca poca cosa, tan poca cosa como unos insignificantes granos de mostaza porque el Señor mismo hará crecer nuestro empeño, y la oración y el sacrificio que hayamos puesto dará sus frutos. El Reino de Dios, incluye en sí mismo un principio de desarrollo, una fuerza secreta, que lo llevará hasta su total perfección; pero ese desarrollo del Reino, no es algo que deba realizarse prescindiendo de nosotros, sino que somos nosotros los que debemos poner las condiciones necesarias, para que el Reino llegue a su total desarrollo en nosotros y en los demás. Habrá muchos fracasos, habrá luchas, pero el crecimiento del reino de Dios, tiene el éxito asegurado. Por eso hoy vamos a pedirle al Señor, que pongamos nuestro esfuerzo, pequeño, insignificante, al servicio de su Reino.

Sólo siendo dóciles a la acción del Espíritu Santo, y siguiendo sus inspiraciones, el Señor podrá ir haciendo de cada uno de nosotros el fermento para que en el mundo pueda implantarse su Reino. Y pidamos a María, Madre de los apóstoles, que nos ayude a perseverar en nuestras tareas apostólicas, para que crezcan como la planta nacida de la semilla de mostaza.