Celebramos la Ascensión de Jesús al cielo, acaecida cuarenta días después de la Pascua. Contemplamos el misterio de Jesús que sale de nuestro espacio terreno para entrar en la plenitud de la gloria de Dios, llevando consigo nuestra humanidad:¡Nuestra humanidad entra por primera vez en el cielo..! El Evangelio de San Lucas nos muestra la reacción de los discípulos ante el Señor que, mientras los bendecía, «se fue apartando de ellos y se fue elevando al cielo». No hubo en ellos dolor y desconsuelo, sino que, después de adorarlo, «regresaron a Jerusalén llenos de gozo»… Es el regreso de quien no teme ya a la ciudad que había rechazado al Maestro, que había visto la traición de Judas y la negación de Pedro. Que había visto la vergonzosa dispersión de los discípulos y la violencia de un poder que –con su ahora nuevo mensaje y con su testimonio tan lleno de entusiasmo– se sentía amenazado. A partir de aquel día para los apóstoles y para todo discípulo de Cristo fue posible habitar en Jerusalén y en todas las ciudades del mundo, porque sobre todas las ciudades del mundo está el mismo cielo y cualquiera de sus habitantes puede alzar la mirada con esperanza hacia él… En este cielo habita aquel Dios que se ha revelado tan cercano que llegó a asumir el rostro de un hombre, Jesús de Nazaret. Él permanece para siempre el «Dios-con-nosotros» y no nos deja solos. Desde entonces podemos mirar hacia lo alto para reconocer delante de nosotros nuestro futuro… En la Ascensión de Jesús, el Crucificado-Resucitado, está la promesa de nuestra participación en la plenitud de vida junto a Dios Jesús nos ha asegurado que para este anuncio y para este testimonio seremos revestidos de «la fuerza que viene de lo alto», es decir, con el poder del Espíritu Santo… Aquí está el secreto de esta misión: la presencia entre nosotros del Señor resucitado, que con el don del Espíritu continúe abriendo nuestra mente y nuestro corazón, para anunciar su amor y su misericordia también en los ambientes más refractarios de nuestras ciudades… ¡Que en esta semana –que nos lleva a la gran fiesta de Pentecostés– sepamos permanecer espiritualmente en el Cenáculo, junto a la Virgen María, para acoger al Espíritu Santo! [Sintetizado de: Papa Francisco,Regina Coeli, 8-V-2016]