Después de oír las noticias de la mañana, ¿quién no ha sentido rabia y a la vez impotencia porque el mal avanza como si fuera nuestro ciego destino? Todos los días oímos que uno de nuestros conocidos fue levantado, o secuestrado, o es uno de los desaparecidos. ¿Acaso son ya más los muertos que los vivos?

Aunque todos somos culpables… ¿Lo será más nuestro gobierno mexicano? No porque sea malo, sino porque no es bueno; eficaz ni honesto. Muchos pensamos que, más dice que hace, y es tan poco lo que hace, que nada realmente hace.

Nunca, como hoy, se puede delinquir sin que nada pase. No hay gobierno que persiga ni delincuente que le tema, chico o grande. Basta con taparse el rostro para poder matar, si es necesario, con las manos libres. Y, aunque el gobierno insiste en que se denuncie, la gente sabe que ¿Cómo va a denunciar a quien no sabe, si termina denunciándolo a él mismo?

Pareciera que, hoy, son más los delincuentes que sus perseguidores. Las calles, hace tiempo, que dejaron de ser seguras, o lo son, tanto, como las cárceles mexicanas. Hemos pasado de un exitoso control de la natalidad a una exitosa, también, mortalidad sin control. Y para coronarnos en nuestra desgracia, hemos sido premiados como uno de los países que ocupa los primeros lugares en impunidad y corrupción a nivel mundial.

Pero, a pesar de los pesares, México, el pueblo, es bueno y tiene futuro porque todavía nuestras familias son buenas y tienen valores. Nuestra esperanza solo está en ella. Hay, pues, que impedir que nuestros jóvenes se fascinen con los negociantes del mal que solo les ofrecen dinero. Y esto no lo lograremos con familias desintegradas, donde la violencia no hace posible la paz; donde el maltrato a los hijos, los empuja al maltrato de los demás; donde los vicios los empujan al dinero fácil. 

¡LA SALVACIÓN SOLO VENDRÁ SI NUESTRA FAMILIA TIENE VALORES!